30 junio 2006

A history of violence (2005)

Buena película dirigida por David Cronenberg, interpretada magníficamente por Maria Bello, Viggo Mortensen, Ed Harris (como siempre, muy bien), William Hurt, y arropada por una sutil banda sonora de Howard Shore.
Leo en los títulos iniciales que se trata de una adaptación de la novela gráfica de John Wagner y Vince Locke. Es un ensayo sobre la violencia, o mejor dicho, sobre el pasado que entra y sale de nuestras vidas sin pedir permiso. En este caso el pasado es violento, y vuelve a por los protagonistas por haber dejado puertas abiertas a las vidas anteriores. Hay pistas sobre la capacidad de adaptación, el olvido y cómo encarar el futuro a pesar de todo. Pienso que Cronenberg distingue los niveles de violencia que se pueden alcanzar en entornos diferentes como el pueblo de los protagonistas y la gran ciudad, y nos dice que en cada sitio hay que asumir las cuotas que tocan. Puede ser una teoría sobre el tamaño de la ciudad y la proporción de violencia que se puede desatar. Tom Stalls/Viggo Mortensen es (quizá) el elemento extraño que pasa de un mundo a otro arrastrando la semilla violenta que puede acabar arraigando en los suyos.
Con una fotografía de corte naturalista, bien constrastada, los planos viven en encuadres primorosos y evocan el origen de la idea, allá en el comic. La historia se dibuja con trazos firmes, ahorrando detalles innecesarios, y planteando un final tan inquietante como el de Mystic River (2003), y su tesis sobre el papel de las esposas en las familias imbricadas con la violencia.

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29 junio 2006

Pedro

Traigo mi nombre encadenado con eslabones que unen abuelos con nietos. Mi padre se llama como su abuelo, y yo como el mío, su padre.
Atesoro los recuerdos de aquel hombre enjuto, moreno, peinado hacia atrás, siempre elegante en su desprendimiento vital. Hace más de treinta años que murió en un pétreo verano de Madrid y veo a mi padre corriendo deshecho por la galería de la casona lenense, afeitándose a duras penas, urdiendo un viaje apresurado camino de la despedida. Fue mi primera muerte.
En el garaje de doña Berenguela-35 el abuelo me prometió mil veces la construcción de un kart equipado con un motor que guardaba como un Santo Grial. Mientras tanto, marcaba letras y números en chapas de latón, a golpe de martillo, acto que dejaba en mí un impacto de magia mecánica que aún me fascina rememorar. Arrancábamos juntos un viejo Land Rover gris, y aquel hombre sencillo se convertía en sacerdote, en pope supremo de la religión de los motores Diesel, ruidosos, potentes, reales. De ahí, al Metro. Un viaje por los arrabales madrileños, fuera de horarios y compromisos, con el nieto derrumbado en su pierna bajo el injusto sol madrileño, con la cabeza vencida. Un recibimiento apoteósico tronando bronca en Doña Berenguela-35 que el pobre abuelo se echó a los hombros con una sonrisa pícara. Pero se lo devolvimos, vaya si se lo devolvimos:
Viaje León-Madrid. Navidades. Quizá 1973 ó 1974. Un motorista siniestro multa al conductor del 850 por pisar la raya continua de aquella carretera infame.
(padre de Sánchez Bolín) No le digas nada al abuelo de la multa.
(S. B.) Vale.
Arribamos a Doña Berenguela-35. Recibimiento jubiloso en el tercer piso, entre jadeos, como siempre.
(abuelo de S. B.). ¿Qué tal ha ido el viaje?
(S. B.) A papá le han puesto una multa…

Sergeant Rutledge (1960)


Una joya que pasa desapercibida entre la apabullante obra de John Ford. Las interpretaciones son quizá demasiado forzadas, pero aún así la película es rica en matices. La fotografía y los encuadres visitan el tenebrismo y a ratos el expresionismo. La temperatura del color sigue fiel el espíritu de la historia y la música arropa sedosa la trama. Magnífica película para saborear más allá de los sábados por la tarde. Quizá una despedida amable antes de darle la vuelta al mítico Oeste con obras como Two rode together (1961) y The man who shot Liberty Valance (1962).
El maestro murió en compañía de Woody Strode, y quizá las musas que guiaron la creación de Ford pretendieron agradecérselo por adelantado. Los contrapicados llenan la pantalla con la dignidad de los hombres negros que dieron su vida durante la construcción de los Estados Unidos de América, y Strode pone el cuerpo perfecto y la mirada auténtica y limpia.
En su declaración, el sargento Rutledge (Buffalo Soldier/Captain Buffalo) grita entre sollozos:
I’m a man.
Escuchándolo, yo también lloro.

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28 junio 2006

Gracias

captura cortesía de DVDBeaver

Otra vez se suben los agradecimientos a este diario. Esta vez para la Selección Española de Fútbol. Por perder.
Tengo testigos de que ayer me debatí, tibiamente, confieso, entre ver Sergeant Rutledge y el puto partido. Y claro, piqué.
Lo pasé francamente mal viéndolo. El heredero se fue detrás del flautista de los videojuegos y me dejó solo durante la segunda parte, la peor. Agradezco la eliminación porque me libera de quién sabe cuántos ratos de sufrimiento. Cuando mis hijos lloran en sus juegos (porque discuten, porque les entran prisas, por lo que sea) siempre les digo que cuando estamos pasándolo bien no debemos sufrir, que para eso ya está la vida. Ayer me hicieron sufrir estos chavales que viven entre la vanguardia de las peluquerías y los coches de lujo, hablando entre dientes mientras mastican falsa modestia.
Se acabó. Ahora disfrutemos de verdad de los competidores auténticos. Alemania, Brasil, Argentina, Italia, Portugal y demás. Nosotros, a llorar al baño.
El complejo mediático-futbolístico, remedo de aquel militar-industrial que denunció aterrado Eisenhower, nos engaña otra vez con un barullo fenomenal de falsas expectativas, edificado sobre el lado más chabacano de nuestra (in)cultura. El conjunto de estupideces es magno: hombres travestidos de sevillanas, tricornios beneméritos, barrigones con bombo, loas al absentismo ventiladas en los telediarios, pronósticos fallidos del Presidente del Gobierno (¿tiene la misma tasa de acierto en los asuntos importantes que se trae entre manos?), plazas públicas llenas de fulanos y menganas vestidos de rojo (el hombre de Peral dice que las manadas ni de obispos), titulares de periódico insultantes por soberbios e innecesarios (¿jubilamos al director de Marca?), patriotismo de mentira traído por los pelos (¿sentimos un país o un equipo de fútbol?), un seleccionador que no sabe expresarse (¿lo entenderán los futbolistas cuando les explica la táctica?), locutores gritones y faltosos, publicidad oportunista y cutre, y mil más que me ahorro para no recalentarme.
Una ensalada de tópicos aliñada con nuestro eterno complejo de (malos) perdedores y perfumada con el periodismo más rancio, autocomplaciente y ventajista.
Al carajo. Esta noche, Sergeant Rutledge.

26 junio 2006

Chuleta (y II)

Al final se presentó el individuo (aka carnicero). La conversación se produjo en estos términos, más o menos:

(Sánchez Bolín) ¿A qué vienes?
(carnicero) Ya se que no está para aprobar, pero quería ver cómo se resuelve el segundo problema.

Le entrego el examen con la chuleta grapada. Al cabo de unos segundos se da cuenta, me mira y dice:

(c.) Pero no la usé, eh.
(S.B.) Eso ya lo he visto. Te he corregido, a pesar de todo, y tienes un dos.
(c.) …
(S.B.) El segundo problema se resuelve así. Bueno, ni siquiera es un problema, más bien es un ejercicio.
(c.) ¿El examen de septiembre será como este?
(S.B.) Sí.

Señalando la chuleta parlotea:

(c.) Estoooo, esto no se volverá a repetir.
(S.B.) Estaría bueno. Y da gracias que te permito presentarte en septiembre.
(c.) Gracias.
(S.B.) Una cosa más, la chuleta es una mierda.

Me mira con cara de haba y se va, sin temblarle la voz ni un instante.

25 junio 2006

Un hogar

Lo encontramos en Vega, cerca de Ribadesella. Una pareja heterodoxa y comprometida nos abre su casa y todas las adyacentes para que disfrutemos de un fin de semana de verdad. Montones de niños y de padres corretean alrededor de la casona amarilla, buscando nada y encontrando todo. Almuerzos en una mesona en la que no queda ni un hueco sin comida, a la salud de los ingenieros cántabros, industriales, por supuesto.
Hablamos de política, ese deporte de la clase media, bajo una farola. Y un niño con el flequillo forzado colecciona luciérnagas en un paredón que serán guirnaldas verdosas durante todas las noches del verano asturiano, el de verdad. Visitamos una playa espléndida, comemos percebes crudos (ay, Purísima) y una trinidad de andariques saluda temblando al niño que vive en Scooby Doo. La sidra tropieza dulzona por los vidrios y resbala gratis hacia nuestros lazos y abrazos. Ablanda los recuerdos y dispara las sonrisas en todas direcciones.
Por fin, el sol, haciendo trampa tras las nubes, nos deja regueros blancos en los costuras. Hurtamos despedidas empujándolas hacia adelante, hacia otros viernes, adelante, siempre adelante.
Gracias, Angela y Eduardo.

21 junio 2006

Un cuento

El primero escrito por el heredero. Sobre una mariquita, un mosquito y una mariposa que juegan al fútbol. Con ilustraciones.

El mosquito era muy buen jugador de fútbol. La mariposa era muy buena de portero. La mariquita era muy mala de portero. O sea que jugaron al fútbol. Y ganó el equipo de la mariposa.

20 junio 2006

Menú del dia (II)

Restaurante La Gruta, Oviedo.

Plato de ibéricos al centro
Plato de fritos al centro (croquetas, calamares, gambas con gabardina)
Arroz con bugre
Zumo de naranja
Terras Goudas

El menú, correcto, no alcanza la categoría de la grata compañía con la que lo disfrutamos. Gracias.

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19 junio 2006

Chuleta

La entrada no va de porciones de carne. Está dedicada a esos trocitos de papel en los que el alumno menos preparado deposita sus esperanzas de salvar el año. El sábado pasado asistí a un evento calificatorio en el que uno de los examinandos se dejó una chuleta de esas en el suelo, bajo sus pies. La recogí mientras paseaba entre los alumnos, discretamente, casi pidiendo perdón. El chico no se dio cuenta de la pérdida ni de mi recogida, así que opté por no decirle nada. La chuleta era infame por mal escrita y contenía malamente un problema de Distribuidores que resolvimos en la pizarra durante el curso. La pieza era una fotocopia reducida con grandes espacios en blanco entre el texto, y escrita con letra perruna. Un desastre.
Una vez que el muchacho me entregó el ejercicio grapé cuidadosamente la chuletita a su examen y le asigné el correspondiente cero. Al día siguiente, corregí el examen completo, y por más que lo intenté, no pude darle una nota mayor de dos (sobre diez). Otro desastre. Suspenso en Sistemas de Energía Eléctrica y suspenso en chuletas. Debo reconocer que me excita la posibilidad de que el alumno venga a la revisión del examen.
El jueves, la respuesta.

18 junio 2006

7.000

Desde que pusimos el contador de visitas, hemos superado las 7.000.
Gracias por vuestra paciencia.

17 junio 2006

Menú del dia (I)

Puede resultar oportuno inaugurar una serie, como las renqueantes Los placeres de la vida o Libros sobre la mesa. Esta irá dedicada a los menús del día, esas comidas que por obligaciones del trabajo mantenemos en lugares de menor o mayor prestigio. Empezamos formalmente aquí, aunque ya hubo algún chispazo en este diario días ha.
Hoy escribo sobre el menú del martes trece de junio, en el Restaurante El Castillo, camino de Zaratán.
Gambas al ajillo
Verduras a la plancha
Chipirón encebollado
Solomillo a la plancha
Arzuaga
Café solo, con hielo
Mejor de lo esperado, aunque empezamos con las gambas ahogadas en aceite, que sólo se salvan si tu endocrino te permite mojar pan, después, buenas y tiesas verduras, y sobre todo un sublime chipirón encebollado que estaba tierno como mandan los cánones. Y si no, se cañonea al cocinero.
Es sabido que la carne, cuando son piezas importantes, la pido hecha lo justo como para que no esté fría. Envio el mensaje de que la carne debe estar a temperatura ambiente cuando se entrega a la plancha o parrilla, y que estos últimos dispositivos son para cocinarla, no para terminar de descongelarla o barbaridades por el estilo. El solomillo llegó espantado sobre el temido plato refractario, pero conseguimos rescatarlo a tiempo. Aún así, el plato ardiendo me miraba amenazante, como un recordatorio persistente y severo de las costumbres que se implantan sin razón de ser. Lástima que sus jugos se quedaran petrificados y no sangrara. A pesar de todo, lo comimos con agrado.
El servicio flojo, rozando el abandono en el seguimiento de nuestra mesa. Saben servir, el chipirón nos lo trocearon y emplataron en la mesa, pero de plato a plato, sobre todo después de los segundos, nos dejaron casi solos. No puedo opinar sobre el importe de la comida.
La conversación durante la comida y la sobremesa, aunque de índole profesional/comercial, fue agradable.

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16 junio 2006

Sólo dos (XXXII)

15 junio 2006

Un día extraño

No amaneció.
El sol se escondió asustado tras el alarde tormentoso de la noche. Recordamos el invierno, esta vez en manga corta. Los álamos se mueven melosos al compás de la nada y los niños corren ateridos al remate del curso. El heredero y su hermana sueñan con piscinas, parques y cumpleaños. El niño aprende poesías y le recuerda a su padre la inteligencia que vive camuflada tras la memoria. La pequeña, que ahora dice que es médica (sic), hilvana pequeños chantajes emocionales con las invitaciones a su cumpleaños. Quiere una pequeña piscina, para aquellos Clicks que ahora se llaman playmobil, con su agua y todo. Lleva un año esperando su fiesta. Para nosotros, sus padres, es fiesta cada día. Gracias a ellos.
Son el sol que no se arruga, la luz que siempre calienta, la vida.

Tormenta

El cielo se quebró en cristales blancos. Un telón de truenos se despendola y los árboles lo saludan jubilosos y un tanto asustados. Viento y agua para espabilarnos tras la euforia. El día siguiente traerá olor a humedad y ozono, y un cielo gris que pesa más de lo que parece.
El país se vuelve tonto con el fútbol. Y las televisiones se encargan de demostrarlo con pruebas ciertas. Caras pintadas, absentismo laboral, saltos y gritos, declaraciones hipertróficas. Oportunismo a raudales en una espiral de color rojo y sonido de bocina de camión. Bobadas, en fin. Sería retórico preguntarnos si estamos dispuestos a hacer lo mismo por leer un libro, ver una película o asistir a un bautizo. Y claro, no me extraña que viendo este espectáculo (indigno de aplausos), don Blas de Lezo se muerda las uñas. Dicen que España ganó, pero se refieren al grupo de muchachos de peinados imposibles que corren tras la pelota, no al país. Seguimos igual, entontecidos por el barullo, con nuestra vida convertida en una dinámica de enfrentamientos, unas veces contra Ucrania, otras contra el adversario político o el rival comercial, siempre contra alguien. La radio escupe una vez tras otra el relato de los goles, vergonzante por excesivo y burdamente teatral. Después de tragarme, como ricino, tres telediarios/noticiarios, no consigo verlos. Tampoco vi el partido, ni lo seguí por la radio. Comí con mi amigo, flaco y oscurecido por la preocupación. Hablamos poco de fútbol, algo más de autores, House, Madrid. Esquivamos el balón y charlamos a gusto sobre nosotros y el mundo que nos rodea.
Somos patriotas, no gilipollas.

Emoción

El muchacho del pelo rojo, algo cansado, quizá por los años duros de trabajo y pasión, me trajo una maravilla. Otro espíritu, el de la colmena. Del maestro Erice. Ya hablaremos.

14 junio 2006

Ayer

No falté a la cita, fue Blogger el que no se presentó.

12 junio 2006

Sólo dos (XXXI)

Excepcional





1. adj. Que constituye excepción de la regla común.

2. adj. Que se aparta de lo ordinario, o que ocurre rara vez.


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(Heredero) - Papá.
(Sánchez Bolín) - Dime, hijo.
(H) - Hoy ha sido un día excepcional.
(SB) - ¿Por qué, chiquitín?
(H) - Porque hemos bajado a la piscina.

11 junio 2006

Cerezas y lenguas de gato


Como un Calamaro castellano y rotundo, JV recorre España (es España, cojones) presentando su flamante novela, Palomas Eléctricas. Un equipo que pedalea con el empuje de Raúl del Pozo, César Alonso de los Ríos, Miguel Ángel Matellanes (Algaida), Jesús Fonseca y Antonio Lucas. Y todos nosotros animando.
De la presentación en Madrid llegan crónicas por la prensa y en Escrito en el viento, mi recomendación para saber cómo fue.
En Valladolid, el Café España se llena de cerezas, lenguas de gato y muchos amigos. Raudales de cariño por todas partes, admiración por el muchacho rizoso y genial y ganas de pasarlo bien abarrotan el jazzclub. Una entrada certera, precisa y sin desperdicio de Jesús Fonseca calienta al auditorio para que Antonio Lucas, con calcetines de cuadros, trace un apunte exacto de la trayectoria, maneras y objetivos de Julio. Al fin, el autor. Se entrevista a si mismo entrenado tras un maratón de encuentros con los chicos de la prensa. El resumen de su encendida autopresentación es las ganas de comerse la novela, esas Palomas Eléctricas tan sucias de puro vivas. Después, las copas, el regocijo, el autor por los aires y las carcajadas inundando la sala. No cuento más, estos eventos hay que vivirlos.
El sábado nos levantamos con los párpados de plomo y el ánimo adrenalítico. El clan coge los coches y vuela hacia Salamanca cantando Let’s impeach the President. Esta vez el objetivo es el Premio. Julio lo borda de nuevo y un poeta vivió diez años en la sierra de Cádiz y se volvió loco. Dejamos al autor sufriendo con la carrillera y nosotros nos pegamos un homenaje en Chez Victor.
Después, el cansancio. El huerto de Calisto y Melibea, nuevas presentaciones de Palomas Eléctricas, esta vez caricaturescas y embadurnadas de amor y respeto. Rescatamos a Julio mutado en cuervo y regresamos. En Fort Apache, Un ataúd de terciopelo y un atraco a plena pantalla.
Dedicado, otra vez, a los que nunca creyeron.

10 junio 2006

Vicios de la corte

por Raúl del Pozo
El Mundo, 10 de junio de 2.006

A pesar de su egolatría, los últimos seres interesantes son los escritores; de ellos no huyen los pájaros. En estos días he frecuentado a dos que adoro, un puto mileurista (Julio Valdeón) y un poeta sagrado, lo contrario a un maldito (Ángel Antonio Herrera). Julio se confiesa mileurista, de esos gachós que a los 40 años arrancan los bomberos de los brazos de sus padres, a los que en vez de matar, sableaban. Ya saben como son esos falsos pijos: muchos master, sobreabundancia de cualificación, 1.000 euros, del ala. Valdeón, para escaparse de su generación, se refugió en Nueva York, con la misma edad a la que Lorca descubrió que allí mataban cuatro millones de patos. Ángel Antonio, para no vivir arrastrado por la envidia, hizo dinero y fama en los programas del corazón. Ahora tengo en las manos su fascinante Arte de lejanías, donde se siente el abrazo, puñado de semillas de la gran poesía; «camarada –dijo Whitman– esto no es un libro, quien toca esto toca un hombre». Así es el de Ángel Antonio, engancha y templa el alma con su opio verbal, en una poesía cifrada, místico-laica, muy ahondada. «Doy rodeos de lobo hasta sitiar la soledad que soy, /y canto para nadie la cruel cordura / de haber amado y no haber muerto»; como Baudelaire tiene ya más recuerdos que si tuviera 1.000 años. Julio Valdeón se fue a NY con lo puesto, buscando a una mujer. Quiso ser un escritor con biografía de novelista. Caminó entre los borrachos cubiertos de periódicos y de setas. No encontró escarabajos borrachos de amor, sí halló una araña que hacía telares; cuando iba a pisarla le entró pena y ella siguió tejiendo la seda de la intimidad como la Scherezade de Las mil y una noche. Julio tiene fobia y alergia a las arañas y, sin embargo, ni la mató, ni se arrojó al vacío entre el huracán de palomas. Descubrió que la araña tenía los ojos verdes, era de color café y lucía un atractivo cefalotórax. Como llegaba a casa cocido de juntarse con hispanos que van detrás de los negros, creyó que estaba al borde del deliriums tremens, pero el médico le diagnosticó, enamoramiento. De eso hace nueve meses y la araña ha tenido cuatro arañitas; él jura que en ningún momento practicó bestialismo insectívoro. También allí hay críticos, guardianes del cementerio, anglo aburridos y suplementos culturales, pero él sobrevive, aprendiendo a escribir. Su novela Palomas eléctricas está escrita con una pluma capaz de arrancar los ojos a los cocodrilos. Es una novela coral, urbana, maldita, con muchas historias adyacentes, que convergen en una riada de greguerías y alucinaciones. Describe la repugnante vida provinciana de becarios frenéticos, a sueldo del presidente de la Diputación. Relata la vida de unas adolescencias alargadas hasta la náusea. Unos muchachos ahogados en el campo de concentración de la provincia mientras él sueña con NY, «puta tumultuosa, electrónica y mestiza».


07 junio 2006

Muniellos

Arde. Dice el noticiario que el fuego comenzó por cuatro focos distintos, lo que presupone intencionalidad humana.


En Muniellos y aledaños mi bisabuelo cortaba madera con cuadrillas de leñadores traídos de Santander, hoy Cantabria. El destino, la minería y/o la construcción, supongo. Años después, hace casi diez, visité este bosque fenomenal y tupido. Pedimos permiso con seis meses de antelación y pasamos un día completo caminando por sus vericuetos, nos bañamos en las lagunas y sudamos estupefactos en ese salón natural de acceso restringido y con fecha de caducidad.
Hoy escucho en la radio que arde, y recuerdo que Japón es uno de los países del mundo con mayor superficie arbolada, y que sus habitantes cuidan para generaciones futuras sus bosques, casi de forma religiosa. Saben desde siempre que el bosque esponja el suelo y retiene al agua que necesitan para los cultivos de arroz. Rozan el setenta por ciento de superficie arbolada, en el rango de Finlandia y Suecia, aunque con una densidad de población insultantemente mayor. En España, un mísero diecisiete por ciento, ¿se acuerdan de la ardilla excursionista? Leo por ahí que el bosque alimenta el mar, que aporta gran cantidad de los nutrientes que necesitan los fondos marinos. Esto explica (en parte) porqué se acaban las anchoas en el Cantábrico y desmonta los argumentos de los fanáticos de los trasvases, desarmando la falacia de que el agua que sobra y que llega al mar es agua perdida.

Porca miseria.


06 junio 2006

Ya en mis manos


Que tiemblan, todo hay que decirlo. Enhorabuena, Julio. Lo pueden comprar aquí, aquí y aquí. Y el que quiera ir a la presentación, que se ponga en contacto con Sánchez Bolín.

05 junio 2006

Días sin nubes

Casi tres días en Asturias recorriendo la tierra y la memoria, como siempre. Cudillero, Pola de Lena, Villaviciosa, Selorio, Rodiles, Pola otra vez.
Entro dos veces en el mismo día, por el Negrón y por Pajares. La entrada febril, trabajando, a toda velocidad, curva y contracurva con deseos de victoria, y si puede ser, por goleada. Asturias se presenta limpia, nítida, sin nubes, con un cielo insultantemente azul que roba protagonismo al verde que llega renqueante al verano del dos mil seis. Esquivamos groserías y nos ganamos a pulso el virrey a la plancha y la trinidad de salmonetes.
La tarde se agrieta, escalo a la meseta y espero mientras me esperan. Un tren recorre el trayecto desde el hogar castellano hasta la capital cazurra y me trae a la chica de mirar oceánico, estupefacta por la monotonía del paisaje y el rajo incesante de los hombres tontos. Recorremos juntos las vidas anteriores, con sus pinos incipientes, las canteras de cuarcita, las mantequillas de Tonín y los viajes legendarios en el Ritmo blanco. Un prólogo fresco, entre ríos de piedra y aguas transparentes, que ha de llevarnos a la puerta del Paraíso en la Tierra, un skyline calizo y abrupto, protegido por el telón de la atmósfera aún límpida. Saltamos de la meseta al vacío de los tejados rotos, de las paredes en ruina, con la enredadera tan voraz como inmisericorde.
La autodestrucción baja rauda desde la estación y farfulla palabras miedosas para engañar a nadie. En Casa Mino bebemos sidra mirando al esbelto pilar de hierro que sujeta un mundo que se vende. Dentro me abrazo al hombre de Peral, envuelto en franela, decidiendo con sonrisa zorruna en qué ocupar su ocio. Artículos escritos en Mahattan, que hablan de personajes desconocidos aquí, en Pola de Lena.
En el comedor de la primera planta tejemos una cena con sabor a despedida, servida por la familia, siempre la familia. Es un festival de fritos de pixín y de merluza, patatas fritas en la cocina de carbón, calamares irrepetibles, por supuesto en su tinta, rollo de bonito concentrado en aromas, postres, gritos, chistes. Y la muerte sentada en el banco, o detrás de la barra, quizá sujetando un cacharro en algún lugar tan cercano como desconocido, esperando, siempre al acecho.
En junio hablamos de esquiar y en diciembre de las comidas en la Llera, y día a día vamos tejiendo los lazos que ya nunca se romperán. Una carrera de obstáculos cuajada de sacramentos, juicios, comidas, carcajadas, niños, relojes y esquíes nos lleva en un serpentín frenético donde siempre echamos de menos a otros amigos, a otros primos, a los padres, a los hijos. El corzo me mira asustado, como la última vez que miró, asustado. El dedo certero del bisabuelo audaz lo dejó petrificado para siempre, convertido en un tótem místico para los pequeños que corren raudos hacia los juguetes, hacia la salida de la infancia. Un farol de carruaje ilumina el patio, blanco y verde, con un techo azul turquesa.
Comemos bien, ya lo saben. Recorremos la playa de refilón, a hurtadillas, ajustamos fechas y hacemos fotografías, perdiendo el tiempo en capturar los momentos que ya se fueron. Aún así, no perdemos la esperanza.
Salimos de Asturias también por Pajares, corremos el telón del portal del Paraíso, y tras una comida tan pantagruélica como absurda sorteamos estornudos y bostezos buscando el día sin piscina y con cometas.
De regreso a la jaula mesetaria, recogemos a los herederos deshechos tras un fin de semana entre los algodones esparcidos por los abuelos. Fort Apache nos recibe con las banderas arriadas y Tony Soprano asomado a la ventana del cuarto de estar.
Estamos en casa.


La puerta del Paraíso

Está en el concejo de Lena, se llama Pajares. Cuando la meseta dice adiós, la carretera se arrodilla y te encuentras con esto:

04 junio 2006

Lubina

Convocamos un festival dedicado a la Dicentrarchus labrax. El lobo de mar, la lubina, ese pez que se mueve a velocidad casi vertiginosa en los aledaños de playas y rocas. Domesticada por el hombre, aún es posible, si se pone empeño suficiente, disfrutar de la variedad salvaje.
En Casa Covián (en Selorio, camino de Rodiles), Luisma y la chica del pañuelín agasajan a la clientela en un coqueto comedor sito en un recodo de la carretera, donde el olor a mar se mezcla con los aromas de la hierba y los perfumes de la sidra. Eso sí, hay que venir con el taco.
El sábado nos dimos un homenaje JP, Sánchez Bolín y las chicas, ya saben. Fritos de pixín, almejas a la plancha y lubina al horno. Vino de Rueda (¿Javier Sanz?), quizá postre, Montecristos grandes y chicos, McCallan seco y los horizontes abiertos.
Después, la playa, el sol, el viento, el mar. La paz.

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02 junio 2006

La Dalia negra (1987)


Veo las fotos del cuerpo mutilado de la muchacha, casi sesenta años después de la carnicería. En blanco y negro. Siento el pavor, Los Angeles, 1947. La victoria en la Gran Guerra dejó intactos los demonios de un país condenado a ser un imperio. Mis manos tiemblan y soy Bucky Bleichert. También hay retratos de la chica viva, en bañador, sonriente. Después, el horror.
Novela cumbre de la narrativa de James Ellroy. Una vuelta de tuerca en la historia de Estados Unidos que Ellroy escribe, talla, recrea, cincela, novela a novela, con un escalpelo como el del asesino de la Dalia. El cine mudo, el aluvión de emigrantes hacia la promesa de una vida mejor al sol de California, la expansión de Los Angeles, los estragos de la Segunda Guerra Mundial, los entresijos del poder político e inmobiliario, un gigantesco Departamento de Policía tan animal como los delicuentes que persigue.
No hay respiro. La vida tampoco los da.No hay personajes buenos en el sentido clásico de la palabra, aunque consigue que te identifiques con esos peatones de la Historia que tratan desesperadamente de arrojar algo de luz sobre los rincones oscuros.
Quinientas páginas que leo por segunda vez, disfrutando de cada palabra, deseando que no se termine nunca, y eso que cada página es una patada a Sólo dos. Bien es cierto que las costuras de la escritura se abren y dejan entrever la estructura de la obra. Aún así, Ellroy retuerce certeramente la trama dejando una tesis sobre la maldad justificada y sobre la absurda, sobre las dobleces del alma, sobre la pobreza de espíritu, sobre un tiempo que no da oportunidades, en un pais tan atractivo como caníbal con sus hijos, los propios y los adoptados. Y Méjico es el patio donde sueltan los pocos instintos que se reprimen al norte del Rio Grande. Montañas de cadáveres, bebida, drogas, todo al sol, eso sí. El infierno a un paso.
Enseguida, De Palma pondrá en la pantalla la historia de Liz Short, la Dalia, interpretada por Mia Kirshner. Josh Harnett será Bucky Bleichert, Aaron Eckhart el sargento Blanchard y Hilary Swank la heredera Sprague. Ah, y Scarlett Johanson como Kay Lake. Musica de Mark Isham (Crash, Spartan), foto de Vilmos Zsigmond (Blow Out, Heaven’s gate).
Espero impaciente.

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01 junio 2006

Anónimos

El lugarcomunismo vive instalado en el periodismo instantáneo y volátil. Y éste último inunda los medios, más aún en sucesos como la muerte de la artista Rocío Jurado. Hay ciudadanos que hacen largas colas (¿se acuerdan de la Unión Soviética?) para despedirse de la artista o para satisfacer su curiosidad o para alimentar su morbo o para comprobar la asistencia al velatorio de otros artistas o para pasar la mañana o por lo que sea. El caso es que se los etiqueta/clasifica como ciudadanos anónimos. Falso. Todos tienen nombre y dos apellidos, como mínimo. Puede que sean desconocidos para el cronista, pero eso no los convierte en seres sin nombre.
Cuando era niño recuerdo mi admiración por la ingente obra de aquel autor llamado Anónimo, que dio al mundo obras tan importantes como Cantar de Mío Cid, Lazarillo de Tormes, Las mil y una noches o el Kama Sutra. Quizá esté esperando pacientemente su turno para honrar a la más grande.