Trece de agosto
El cielo está gris y llueve con desgana. Camino hasta mi límite diurético. Los dueños corren atados a sus perros y el mundo sigue tranquilamente al revés.
No es el mismo mundo que entonces, se movió y cada lo extraño más. Serán mis años, o los del mundo, o los de ambos que seguramente sean los mismos. Navegamos entre lo líquido y lo espinoso, con relámpagos y rayos a destiempo, sin dejarnos descansar.
Bajo a la playa. Escucho a Rafael Berrio, a Rialto, a los Go-Betweens. Testamento, desamor y nostalgia expresados con talento, sensibilidad y emoción. Llueve y no llueve. Vuelvo a casa. Cocino pisto, sardinas y unos torreznos y espero. Llegan de la calle, las nubes se disipan.
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