31 julio 2006

Sánchez Bolín en NY (X)

JVB y Sánchez Bolín en el MoMA.

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Sánchez Bolín en NY (IX)

Un domingo desparramado entre el calor y el deseo de ver a los hijos. Pasamos horas esperando a Kofi Annan y salimos al cine. Miami Vice, de Michael Mann, con Collin Farrell, Jamie Foxx, Gong Li y un gallego rojo llamado Luis Tosar.
El pase de la película incluye el avance de World Trade Center, la obra de Oliver Stone destinada a procesar el duelo del once de septiembre de dos mil uno. El cine enmudece y nosotros también. Los neoyorkinos tienen un trago que pasar cuando la vean. Sólo con el trailer se te encoge el alma.
De Miami Vice hablaremos con calma desde España. Los espectadores norteamericanos viven el cine a corazón abierto, sin vergüenza, exteriorizando sin tapujo alguno las sensaciones que les provoca lo que ven en pantalla. Para nosotros resulta chocante, con su punto de envidia, sana, claro, por la evidencia del disfrute ante la obra cinematográfica. Debieramos dejar de ver los lugares de la cultura como templos, y sentirnos en ellos como en nuestra casa, libres. He dicho.

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30 julio 2006

Sánchez Bolín en NY (VIII)

No hubo sushi. Sí un intento fallido en un restaurante tailandés. Fuimos a Novecento, en el Soho. Interesante comida que procesamos a oscuras con una música casi atronadora. Aún así, los pulpitos a la brasa, el ceviche con plátano frito (el patacón colombiano) y la entraña con chimichurri estaban muy buenos.
Después conocimos a la waitress ganadora del concurso de borderío neoyorkino aunque las cervezas frías, como Dios (si existiera) manda merecieron la pena. A Grand Central Terminal y luego Fort Apache.
Ahora ya es domingo. Nos levantamos tarde para el gospel y para casi todo, así que desayunamos unos huevos revueltos con pollo a la plancha (Sánchez Bolín style) y planeamos (poco) el día. Con suerte, esta tarde veremos Miami Vice (the movie).

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Sánchez Bolín en NY (VII)

Liquidamos el viernes cenando en Vinnie's, una castiza pizzería al lado de casa. Me hago notar tirando la Diet Coke, no porque no me guste, sino por manazas. Al menos le arranco una sonrisa a la sufrida waitress.
Otra vez la nocha plomiza de tan húmeda, pero no me despierto cuando el ladrón entra a navegar por Internet.
El sábado arraca con una tortilla de tres huevos con tomate y bacon que me cuesta la gorra. En el Fairway un muchacho le pide al otro que le arrincone esa chamaquita. La tal muchachita es una rubia virginal de esas que existen más allá del Cosmopolitan.
Después acompañamos a Julio a San Anthony's Barber Shop para que, tras un amago Chris Moltisanti style, salga como un pincel. Le damos duro al zapato hasta el MoMA. Museo, como todos los de aquí, hecho para disfrutar, para la emoción al ver Las señoritas de Avignon, la noche desparramada en estrellas de Van Gogh, la bandera de Jaspers Johns, una magnífica exposición de fotografía moderna y contemporánea, Pollock de nuevo, también William de Kooning y Gauguin y Seurat y las peras y manzanas de Cezanne y tantos otros. Los museos están despojados de esa devoción boba que en Europa no te deja comentar en voz alta, ni hacer fotografías ni beber ni casi reirte. Las muecas puden circular libres ante las idioteces modernas que a veces se les cuelan (segundo cuadro plano en azulón en dos días, uno en horizontal y otro en vertical).
Mega bocadillos en Arturo's, elegido por unanimidad nuestro bar favorito del Soho, con sus retratos de Ava Gardner y Clark Gable envuelto en la melodía ragtime del pianista. Raciones monstruo y camareros que nos ofrecen vaca con peppers.
Leña al zapato hasta la Zona Cero. Silencio en el marasmo del julio neoyorkino. Otro maratón hasta Brooklyn Bridge y con la bandera blanca en las manos volvemos a Fort Apache, delegación Upper West Side.
Ahora, a por el sushi.

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Sánchez Bolín en NY (VI)

Flag, Jaspers Johns

Zona Cero.
Tres mil fantasmas sobrevuelan el vapor y el espanto.
Tres viajeros enmudecen.

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29 julio 2006

Sánchez Bolín en NY (V)


Llegando a Times Square, donde el neón va dando paso a las pantallas gigantes. Las tecnologías se renuevan para mantener vivo el impulso consumista. Una encrucijada donde puedes elegir entre ver una obra de teatro de moda o alistarte en los distintos brazos armados de los EE.UU.
Esta mañana desayunamos, vía CNN, con el llanto de un padre, hispano, of course, que perdió a dos de sus hijos en Afganistán e Iraq, respectivamente, en los dos (pen)últimos frentes abiertos por el país más poderoso de la Tierra, aunque dudo que sea el más inteligente. El zurcido necesario para ser parte de ley en la sociedad americana se paga con puntadas de sangre, a precio de oro. A precio de hijo muerto.

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Sánchez Bolín en NY (IV)


Un viaje es un mosaico. De éste que nos ocupa algunas de sus teselas son:

Chicas rubias, de piel como de leche, embadurnadas de rimmel
Una toma de agua contraincendios de latón que parece oro
El olor a comida, por todas partes
Una pegatina en el coche, I have a son in the U.S. Army
Las ardillas de Central Park
Miles de iPod
Una marina de Edward Hopper, sin mar
Coches enormes y camiones mayores aún
Todo fastuoso y muy gastado
Vaho en la calle, a cada paso
Una armónica, y dos, tocando blues en un bar del Village
Restaurantes a rebosar un viernes por la noche
Oksana Lada tomando café en un Deli. Sí, hombre, la actriz que interpreta a la (ex) novia rusa de Tony Soprano
El mármol de la Trump Tower, porque aquí también hay horteras
Una tienda para comprarse un Ferrari o un Maserati
Una cruz de plata de San Salvador de la Fuente, Asturias, North Spain
Sánchez Bolín comiendo un hotdog
Lluis Bassats por Madison Av.

Hay más, las iremos trayendo.

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Sánchez Bolín en NY (III)

Salimos a cenar por el barrio, aquí al lado, en Columbus Avenue. En el Grill Columbus nos zampamos unos buenos steaks, azotando a la camarera con nuestras haches aspiradas estilo motosierra. Después depositamos a la chica de mirada oceánica en casa, rendida tras un día de trekking por NY, y Julio y yo vamos a repasar la noche, otra vez. Greenwinch Village again. Bajamos al Underground Club, donde una banda americana nos coloca de nuevo en una verbena de pueblo. Le amagamos a la lluvia y retornamos a Fort Apache jurando en arameo, aunque no me acuerdo muy bien porqué.
Hoy buscamos el museo Solomon R. Guggenheim, una maravilla en espiral dibujada por Frank Lloyd Wright, un prodigio por el que navegamos por la suavidad de sus formas, por las curvas de su pasillo, por la obra sugerente y audaz de Zada Hadid, por la explosión de riesgo de Jackson Pollock, por la creación total de Picasso, y tambien decenas de Kandinskys.
Después buscamos la calle, donde las lenguas de hielo que salen de los comercios nos llevan a FAO Schwarz, a Hallmark, a la Apple Store (4 iPod/60Gb a la buchaca). La arquitectura civil de Grand Central Terminal es una lección de civismo de un país que se edificó con el esfuerzo de generaciones venidas de lejos, un país enorme que invita al viaje, al encuentro, a la audacia. De sus rincones oscuros hablaremos otro día.
Desde Valladolid llega una melodía familiar y cálida que dice:
Rascayú, cuando mueras qué harás tú
tú serás un cadaver nada más

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28 julio 2006

Sanchéz Bolín en NY: pruebas


A las puertas del Met.

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Sánchez Bolín en NY (II)

El Metro de Nueva York te pone en situación para lo que te espera en el infierno. Conseguimos sobrevivir al ensayo y cenamos en el bar Pitti, un restaurante italiano, en el Greenwich Village. Según la guia Lonely Planet, un sitio para ver y ser visto, muy apropiado para personal del estilo que sale en Sex in the city, ¿habrán disfrutado viendo a Sánchez Bolín chorreando sudor como sólo él sabe hacerlo? Ejem, sigamos. La agitación cultural, o las simples ganas de divertirse, se palpa en cada calle, en cada esquina, en cada adoquín. Después, una dosis de blues en el Terra Club. Interpretaciones profesionales de un grupo amateur de nombre irrecordable acaban por vencernos.
El día dos comienza en un supermercado con los estantes a reventar, en variedad y cantidad. El aire acondicionado es el anzuelo que retiene al consumidor requemado de un clima húmedo y ardiente. Después hablamos con los niños, que nos ponen al día del proceso digestivo de Oliver, la tortuga centenaria de la finca. Averiguamos que el Guggenheim cierra hoy y nos despachamos en el Metropolitan Museum of Art, un estaribel irresistible por lo variado de la oferta, una especie de supermercado del arte de todos los tiempos. Mayas, incas, apaches, Modigliani, Van Gogh, Picasso, Pollock, katanas, un templo egipcio completo, el Colt del Zar de todas las Rusias, el retablo de San Antonio de Padua que pintó Rafael y la puerta del coro de la Catedral de Valladolid. Ahí es nada. Hasta una cruz de plata de San Salvador de la Fuente, Asturias, North Spain.
Después, un hotdog en Central Park y un paseo por la Fifth Avenue hasta la Catedral de Sant Patrick, con su foto de Benedicto XVI y todo. Después, Rockfeller Center, Times Square, Broadway y enseguida Fort Apache. Los pies piden permiso para terminar de derrretirse y se lo concedemos. Queda la noche.

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27 julio 2006

Sánchez Bolín en NY (I)

Todos los viajes empiezan en la Estación del Norte. Este que llevará a Sánchez Bolín y señora hasta la Tierra Prometida también comienza así. En la Estación nos llaman clientes, cuando queremos ser viajeros por el mundo y por la Historia. Fort Apache se desvanece en la alameda, ponemos quince horas de distancia con los hijos y el retortijón puede con el trantrán evocador del tren. La chica de mirada ocenánica me dice con la camiseta No Problem, My Love. Con esa encomienda viajamos. Recorremos un país sin industria, que alterna un enmoquetado de ladrillo y gres barato con barbechos y girasoles. Los gamos viven engañados a la entrada de Madrid y los nuevos faraones construyen bajo tierra las pirámides que no los perpetuarán.
En Doña Berenguela-35 el cielo se desplomó y el calor marmóreo nos castiga sin dormir. De aeropuerto en aeropuerto, por el mundo, homenajeando reyes republicanos (JFK&CDG), vamos dando tumbos, encontrando nuestros primeros judíos con tirabuzones en las patillas, los gordos inmensos y las rubicundas muchachas de ojos de rimmel. Una chica practica el italiano con una traducción de Ken Follett, mientas Vasco Pratolini descansa en el recuerdo de Sánchez Bolín.
El gigantón americano deja un reguero de icebergs en el Atlántico para que encontremos el camino al Upper West Side, y el mar de nubes sirve para amagar la presentación de un país apabullante, bañado en un atardecer perfecto, plagado de campos de golf, de beisbol, de aeródromos.
Un taxista de película de James Bond nos deja en la 74th Street, sucursal desde hoy, y hasta nuevo aviso, de Fort Apache.

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25 julio 2006

Arqueología

Vecinos invasores (2006)

Me refiero a Over the hedge. Toda una lección sobre el mundo que hemos edificado con cimientos de abundancia glotona, pantagruélica y gulosa, si se puede decir así.
Fuimos los cuatro al cine, incluyendo el papeo, total treinta y cinco leuros. Es de sobra conocida mi teoría sobre el coste del cine, la comodidad de las butacas y demás. Pero también opino que no se puede hurtar a los pequeños de una tarde de cine con sus palomitas y todo.
Nos reímos un montón, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren. Y la visión que los animales (parece que) tienen de nosotros es despiadada aunque tampoco nos dan demasiada importancia. Por cierto, el doblaje, lamentable, sobre todo el de Luis Merlo. Él solo puede cargarse la película si no eres capaz de frenar la obsesión por su voz, entonación, maneras y demás.
Otra cosa, no se que sucede con las ardillas en el cine (en ésta película, en Ice Age 2), que sufren de serios problemas de ansiedad. Que se lo hagan mirar.
Ah, compraré el DVD cuando se ponga a tiro.

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24 julio 2006

Centauros de la piscina

Mi hija y yo.
Cabalga agarrada a mi espalda mientras intento avanzar por la piscina. Mi mal entendido orgullo de padre me presta extrañas fuerzas para surcar el agua con su risa titilando tras de mí.
La veo nadar como una trucha, carcajeándose cuando la felicidad rompe las barreras de sus mofletes, saltando suave al agua. Repentinamente se deshacen los viernes por la tarde, los proyectos que se atascan, los ratos entregados por cuenta ajena.
Sólo deseo que, cuando sea adulta, deambule por la Historia con el poso que deja una infancia feliz.

22 julio 2006

El hombre que inventó Manhattan (2.004)

De Ray Loriga. Un conjunto de relatos que pretende, supongo, crear una novelita coral. Pero no lo consigue. Los personajes, aunque pintorescos, no alcanzan entidad suficiente como para perseguirlos por las ciento y pico páginas de la obra. El barniz Manhattan es socorrido porque disfraza la simpleza de las motivaciones y sin embargo, la deambulación por un escenario que resulta familiar a los que nos encontramos cómodos en la cultura americana (cine, música, literatura) no oculta la endeblez del argumento, si es que lo hay.
El lector no tiene derecho a exigir riesgo a los autores, pero sí a que lo entretengan, lo estimulen y sobre todo lo satisfagan. No es mi caso con El hombre que inventó Manhattan.
A ver si me desquito con El guardián del vergel, del apabullante Cormac McCarthy.

21 julio 2006

Ventiuno de julio de mil novecientos treinta y seis

Vencen setenta años desde que el tío apresurado nació en Olmedo. Hace años que ya no es moreno, pero sigue teniendo la misma impaciencia. Hemos pasado, a toda velocidad, por la música clásica, las sevillanas, el flamenco, la copla, el corrido y la ranchera. Leímos mano a mano la Historia de España, la de Tuñon, Domínguez Ortiz y él mismo, y también le dimos matarile a un jarrón en Fósforo-8. Me parece que mira con un poso triste al siglo que fue injusto con su padre y su madre y tantos otros. Aún así, nunca le vuelve la cara al día, a la dialéctica, al deber. Medallista destacado en la competición del trabajo, también plusmarquista en la ejecución de fotocopias, corre, siempre corriendo, entre los rezos a Santa Isabel la Católica y la pasión por mis hermanos pequeños. Peatón protagonista de épicos paseos por la Historia, un día se puso un frac y dirigió una orquesta de viejos académicos que escucharon que España tenía raíces ya desde la Edad Media. En un torbellino de datos extraídos de las canteras polvorientas de archivos y bibliotecas nos convenció de que ser español tenía cimentación sólida aunque tampoco era necesario matarse por ello.
Los Trastámara comen con él y Fernando III lo visita cada noche, aunque los revolcones de Amba por el salón le interesan más que el recuento de maravedís de la Hacienda Real, creo yo. Instalado en la estructura fantástica montada por María Elena, alegre, firme y vitalista como ninguna, vive regalando su magisterio porque extravió la palabra no en el huracán de su despacho. Además, sus amigos lo escoltan desde que los niños posaban con mapamundis y fotos de santos a la espalda, sin dar un paso atrás cuando la plaga intenta colarse por debajo de la puerta.
Felicidades, Julio.

20 julio 2006

Menú del día (VIII)

La viña de Patxi de nuevo. En la carta sólo se ofrecen como segundos platos diversos pescados. Pues eso hicimos:

Pulpo a la brasa, sigue estando muy bien
Anchoas al ajillo (frescas, corregimos el punto de sal en la mesa, muy ricas)
Atún rojo, crudo por dentro, perfecto de punto y de sabor
Café con hielo
Algún clarete de Cigales, bien, como siempre

Y encima hablo con el Viti. La repanocha.

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Cuenca

El verano regala sol cuando debiera ser de noche. Viajo a Cuenca entre tormentas, obras, ensoñaciones y un nudo en el estómago.
El paisaje se zurce entre cereal, barbecho y una autopista en ciernes. Un señalista mecánico luce ropa de trabajo gastada y su compañero lo imita nervioso al final de la chicane. Los girasoles me reverencian aunque sus hermanos del otro lado de la carretera me dan la espalda. Antropoformizamos la naturaleza y nos lo agradece con un desdén pausado, como de otro siglo. Se intuye una serranía valiente y fresca, y los caminos señalan Huete, el pueblo de mi amigo. Dedico cuarenta kilómetros a repasar los momentos que pasamos juntos, lo mucho que hablamos y reímos, lo bien que nos entendemos, los Montecristos para jíbaros fumados al calor del frío. Nos abrió su casa y se lo pagamos (casi) vaciándole la piscina. El martes, a rebufo de un pálpito, me dejó una promesa de un reencuentro. Viajo con ella.
El regreso es apresurado, entre el calor y la certeza de un futuro de piedra con dos letanías golpeándome en las dudas.

18 julio 2006

Un unicornio rosa

Escribo para maquillar la realidad con palabras, sabiendo desde la primera letra que estoy vencido. Mientras tecleo percibo una mirada posada sobre mi hombro. Es un unicornio, rosa también, ésta vez muerto, que se sostiene en el aire entre brillos dorados y decoraciones frutales. Está detenido a la altura de mi costado y su enorme ojo con fondo azul mira inerte hacia el ventanal inmenso.
Hace unos días lucía gallaspero en los cielos, atrayendo miradas infantiles, llenando el coche de volúmenes chirriantes y festivos, ilusionando al fin.
El tiempo erosiona los ímpetus, lamina las emociones, fatiga los sentidos y doma los animales fantásticos que campan por los campos de nuestra alegría, pero nunca podrá llevarse el recuerdo de los abrazos los besos las risas.

15 julio 2006

Allí

La naturaleza es feraz y tapiza con árboles el espacio libre entre caseríos, talleres y fábricas. El País Vasco se blinda con tecnología y orgullo empapelando los caminos con un lenguaje ininteligible. Se come bien y se bebe mejor, y el visitante mesetario transita con repelús entre los itinerarios identificados con cada asesinato.
Somos injustos cuando aproximamos al todo por sus partes, pero es inevitable atemperar el gesto ante la muchachada de nucas pobladas y pendientes por doquier.
A pesar de todo, un sosias de Kurt Rusell nos recibe solícito y nos atiende dispuesto. El amanecer desde el hotel de Londres y de Inglaterra se desparrama sobre la playa de la Concha y Sánchez Bolín se pregunta melancólico si la paz era esto.

14 julio 2006

La semana

A la vista de las últimas entradas se constata que ha tenido su mérito llegar al viernes.

Menú del día (VI)

Restaurante Saltxipi, en Usurbil (Guipúzcoa):

Pimientos fritos, deliciosos
Dos centollos (para ocho), plenos de sabor, algo fríos, pero la mar en la boca
Almejas fritas (ay, Purísima)
Revuelto con Boletus, un tanto insípido
Cogote de merluza (dos orejas y vuelta al ruedo)
Surtido de chocolates (trufas, biscuit caliente y bizcocho impregnado de chocolate), ovación y vuelta al ruedo
Txacolí a borbotones

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13 julio 2006

Menú del día (V)

Sidrería Petritegi, en Astigarraga (Guipúzcoa):

Tortilla de bacalao
Bacalao frito con pimientos
Chuleta
Queso, membrillo y nueces
Sidra de pipa, a esgalla

Muy bien, mesas corridas, mucha humedad y la sidra soltando lenguas y desatando risas.

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Cuchillos

Camino entre los cuchillos después de leer detenidamente las etiquetas de las botellas de whisky. Observo a un joven con una barba con recortes imposibles y me pregunto si tengo algo en común con él.
Las estanterías rebosan chocolates de sabores y el sol se transformó en un embarrado de fluorescentes. Hay filetes de salmón que no son de color naranja y una centolla reposa tranquila en la antesala de la muerte al vapor.
Cojo un chuchillo y la hoja silba arrogante cuando vuelvo a colocarlo en su sitio. Día a día, corte a corte, seguimos avanzando.

Menú del día (IV)

En la Viña de Patxi, Valladolid. A saber:

Anchoas fritas, un placer
Pulpo a la brasa con una emulsión de cachelos, inenarrable
Micuit, correcto
Merluza y cocochas con pil-pil, soberbia
Terras Gaudas
Cafés

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12 julio 2006

La mirada oceánica

11 julio 2006

El espíritu de la colmena (1973)


Víctor Erice se presenta en sociedad con una obra maestra, El espíritu de la colmena. Guión a medias con Angel Fernández Santos, producción de Elías Querejeta, foto de Luis Cuadrado (que fue quedándose ciego según avanzaba el rodaje), música de Luis de Pablo, y delante de la cámara Fernando Fernán Gómez, Teresa Gimpera, Ana Torrent, Isabel Tellería, Laly Soldevilla, Miguel Picazo, José Villasante, Juan Margallo.
Un guión exquisito llevado a la pantalla con mano de seda. Quizá el relato de un viaje desde la infancia, perfectamente evocada con el trabajo cinematográfico de Cuadrado. Unos encuadres magistrales, líricos, encadenados imperceptiblemente. La cámara no existe, es testigo invisible del estupor de los niños viendo Frankenstein; es paciente mientras las hermanitas bajan al establo abandonado, con las nubes reinventando el barbecho; impávida ante los claroscuros de la broma macabra de la hermana mayor; discreta con las escapatorias emocionales y funcionales de la familia que nunca se muestra junta.
La pequeña escoge su camino ante la abulia que la rodea, busca su monstruo lo encuentra, lo atiende, lo llora.


Una joya.

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Menú del día (III)

Restaurante Bitácora, en Cazurrolandia.

Cecina, perfecta de sabor y textura
Chopitos, demasiado crujientes para mi gusto
Almejas a la marinera, buen sabor, algo saladas
Lenguado a la plancha, perfecto
Macedonia de frutas
Vino blanco de Rueda, no pude cazarle la filiación

Buena climatización, ambiente a medio camino entre puente de barco y lonja, bien atendidos. Los comensales acompañan a Sánchez Bolín en conversaciones sobre temas diversos, no siempre profesionales o comerciales. Se agradece.

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10 julio 2006

Ternera

Tras el experimento exitoso del puré, llegan los filetes. Debutamos con dos pequeños, bien pasados según indicaciones del médico Linares:
PRUEBA SUPERADA.
Hoy luce más el sol, si cabe. De postre, un cornete de soja, con su costra de chocolate y todo.
Gran día, digo.

Otro paseo

El sol se conjura contra los que dudan. La brisa es el engaño de los incautos y las frentes enrojecen sin pausa. Aún así, con buen paso, busco los rastros, las huellas. Me encuentro haciendo un duelo imposible por los lugares que frecuentábamos juntos. El Planeta. Costa Verde. Casa Víctor. Casa Justo. El muro. La calle Menéndez Pelayo.
La ausencia de Julián es una presencia que sin embargo me acompaña. Con sus gestos, el aroma del tabaco, la carcajada en vertical, mirando arriba. Las dudas, la frente alta, las patadas en el suelo, el lapicero azul. Los paseos largos, con el jersey al hombro, envueltos en frases certeras, llenas de bondad y puntería.
El duelo es una digestión abrupta, imposible, un proceso que nos lleva desde el tajo violento de la despedida muda hasta el dintel de la puerta donde comienzan otros días, otros viajes, otros paseos.
De la mano de su recuerdo.

09 julio 2006

Paseos

El mar se presenta en cinemascope más allá de la playa. Aquí, en Gijón, la noche también es canalla. Lolitas vestidas de Lolitas transportan en bolsas de plástico su trampolín al paraíso. La ropa se les ajusta como buenamente puede y escolta los sueños insomnes de los padres que sufren en casa preguntándose dónde estará la niña. Mocetones con la estupidez esculpida en el gimnasio y el pectoral afeitado venden el producto sin salero alguno, marcando el paquete donde no llega el verbo. Los jubilados esquivan el hastío felicitándose por haber llegado hasta aquí y un niño persigue un globo que huyó de su mano. En la plaza, una muchacha fuera del canon de este siglo baila para la cámara la danza del vientre. Y los zapatos se convierten en brasas infernales que castigan los pies más de lo que merecen. Un cartel anuncia la visita de la ballena y el ayuntamiento se pone al nivel de papanatismo de los ayuntamientos modernos.
Sánchez Bolín deambula por la ciudad nueva y por la vieja, encima de la villa, blindado con el iPod y con el gesto, y ya de regreso, se acoda en la barandilla del muro. Más allá de la música, una presencia tremenda se acerca, posa las manos, y observa la nada. Sánchez Bolín contempla otra vez los nudillos peludos, ahora con un reloj deportivo. Es Tony. Es la Semana Negra.

08 julio 2006

Una rosa

07 julio 2006

Sólo dos (XXXIII)

Guernica (1.937)


El cuadro de Pablo Picasso pertenece al imaginario colectivo no sólo de nuestro país. Un genio, en el entero sentido de la palabra, recogió en blanco, negro y gris el inventario del horror. Sánchez Bolín opina que su significado ha trascendido al original, y los bandos inicialmente retratados se han convertido en paradigma de los que atacan y los que sufren, sin más. La guerra es el fin del hombre, la puerta de salida.
En mil novecientos noventa y dos estuve en París. Compré una reproducción del cuadro en el museo Picasso. Me acompaño durante años hasta ahora que luce digna sobre la mesa de mi padre, aún protegida con la funda de plástico.
En febrero de dos mil cuatro, la chica de mirar oceánico y yo disfrutamos un fin de semana en Madrid, por cortesía de la tía irrepetible, María Elena. Alojados en el mítico hotel Infanta María Cristina de la plaza de Santa Ana, entre recuerdos de Manolete y chasquidos de las máscaras del teatro. Deambulamos por ese Madrid culto, castizo, canalla, que se abre a los visitantes liberado de la condena de los días laborables.
Visitamos el Reina Sofía y allí, sin esperarlo, al entrar en una de sus salas, nos tropezamos con el Guernica. Enorme, resplandeciente, brutal. Me provocó una reacción física emocionante, de miedo y asombro a partes iguales. Una impresión imborrable para quien esto escribe. El horror y la muerte capturados en un lienzo. La barbarie recogida en la pared, enmarcada para siempre. Una fotografía de aquello en lo que podemos convertirnos.

Medusas y anchoas

Hay que dejar de pescar anchoas en el mar Cantábrico. Se agotan. Sin embargo, el mar Mediterráneo se infesta de medusas. Aquellas son comestibles y deliciosas (con permiso del anisakis), mientras que éstas son urticantes.
¿Qué estamos haciendo?

06 julio 2006

El río

Baja enorme. La superficie es plana y avanza decidida acariciando las riberas. El tábano espera su oportunidad mientras el sol resbala suave entre las hojas, avergonzado del espectáculo de los árboles que se defienden encorajinados al lado del cauce poderoso. Un oso se despereza lento y su instinto trabaja frenético, imperturbable en su mundo finito, allí, al lado del río. El cuchillo de plata se deshizo cuando era riachuelo, y murió allá, entre las piedras, disolviéndose quedo en la cama de musgo, junto al tronco. La montaña juzga con temple los últimos días de este universo con sentencia de muerte, esperando la última primavera, escondiendo en los rigores del invierno la vergüenza de una despedida sin honores, todo barro y ceniza.

05 julio 2006

Puntos suspensivos

Y los días pasan.
Espolvoreando recuerdos, mojando las camisas, agostando los campos.
Y no sopla el aire.
Llegan gritos reverberando por las esquinas. Los metales crujen y las espaldas se comban.
El ánimo serpentea a ras de suelo y tú te has ido.
Al pianista le sangran los dedos y un niño pregunta sin parar.
El mar deja una cortina salada y la arena me quema los pies.
¿Dónde estás?
Yo, aquí. Esperando.

Gracias otra vez


Después de ver la semifinal, la del Italia 2, Alemania 0, agradezco a la Selección Española de Fútbol su retirada del Mundial.
No estamos (están) preparados para este nivel de competencia, gracias por ahorrarnos el bochorno.

04 julio 2006

Historias de Nueva York (2006)

Librito de Enric González, corresponsal de EL PAIS, sobre Nueva York. La inminencia del viaje de Sánchez Bolín y señora requiere documentación. Este libro puede ser un buen comienzo. Melancólico y apasionado a partes iguales, relata las pequeñas (o grandes) cosas que se pueden sentir en Nueva York. Quizá disperso, es buen pasatiempo para una tarde de sábado. Eso sí, no vale los 15 euros que cuesta la edición.

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03 julio 2006

Body art (2002)

Recomendable novela corta del fastuoso Don DeLillo (Nueva York, EE.UU, 1936). Esta vez, con una obrita intensísima sobre la muerte que golpea cerca. Con precisión de orfebre italiano construye un universo que se derrumba para nacer de nuevo, en los aledaños de la locura. Las estructuras aparentemente sólidas de la vida en pareja pretenden engañarnos con la falsa seguridad de los días que se suceden monótonos, pero la muerte irrumpe tozuda y hay que revisar los mecanismos vitales.
La protagonista, Lauren Hartke, viuda por el suicidio de su marido (un cineasta español que sólo conoció un éxito), es una artista del teatro vanguardista más conceptual que trabaja con su cuerpo buscando el límite. Poco a poco intenta reconstruir sus seguridades aunque ni el camino ni los resultados están claros. DeLillo borda la construcción del mundo interior y exterior de esta mujer y con sutileza gélida nos lleva de página en página hasta la victoria sobre la muerte. El lenguaje es tan preciso como sencillo, extrañamente a la última, y con un poder evocador apabullante.

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02 julio 2006

Alisos

El mar