30 junio 2008

Red/Blue


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29 junio 2008

Teléfono rojo


En el escenario, por delante de la batería, había un teléfono rojo. Al terminar el concierto, Neil lo cogió, y dirigiéndose a Bush, le gritó:



Fuck you!

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28 junio 2008

Un verso para un suicida


It's better to burn out
Than to fade away

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Neil Young

En mil novecientos ochenta y cuatro el aire me trajo una melodía, My, my, hey, hey/rock and roll is here to stay.
Un alma adolescente busca oxígeno para sobrevivir entre la movida, el álgebra y el techno y se topa con un desgarbado artista canadiense que salta con elegancia, tozudez y lirismo de los ambientes más suaves del country a la fiereza eléctrica del rock postpunk.
En esos días, con el corazón cautivado, escupido por una televisión que inyecta neuronas vía satélite, veo Rust never sleeps, una declaración de principios con apertura de cristal, My, My, Hey, Hey (Out of the Blue) y cierre galvanizado Hey. Hey. My, My (Into the Black).
Después vendrá American Stars’n Bars con la canción definitiva, Will to love (Like an ocean fish who swam upstream/Through nets, by hooks, and hungry bears.), y la canción río, Like a hurricane, paradigma del sistema fluvial que conecta los canciones largas de Neil Percival Young. Un torrente descomunal que irriga meandros frondosos, desvaríos líricos y energía desatada. Words, Ordinary people, Cowgirl in the sand, Cortez the killer, Rockin in the free world, Change your mind, Be the rain y otras muchas. Un entramado que no dispone de presas de contención contra avenidas.


Desde hace casi veinticinco años habito en ese río. Un crítico imbécil cronometra veinticinco minutos donde yo sólo vi un soplo de aire que traía un relámpago. Ayer bajé al río, arrojé piedras que rebotaron en su superficie majestuosa, sentí el frescor de lo nuevo, el penetrante perfume de la vida.
Y cuando las cuerdas de Old Black saltaron hechas pedazos, comprendí, hombro con hombro con Saconita, que somos la luz de una vela que tiembla acobardada entre huracanes, y que ya nos va quedando menos por hacer:

I can be like a fire in the night
Always warm and giving off light
But there comes a time when I shine too bright
Oh, I'm just a fire in the night.

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26 junio 2008

No queda casi nada

El pasillo es un acuario de peces de plástico. La mesa es un cementerio de certificados fiscales. El coche gris es un jardín botánico lleno de árboles que brotan de la guitarra de Neil Young. La noche es un pañolón sucio y pesado que arropa mi duermevela. Los niños son dos muñecos derrumbados por el cansancio de las vacaciones.
Unos por otros, Bernard Gunther escapó a Argentina con Eichmann y otro y la selección alemana volvió a clasificarse para la final. Dicen que en el fútbol siempre gana Alemania, queda por ver cómo quedan en la batalla de la Historia.
Cayó el moral legendario y con él la arbórea cabaña de las ilusiones. Sólo queda la luz de los ojos de los niños y el fulgor de tu oceánica mirada fatigada. Tiene que ser combustible suficiente, tiene que serlo.

El periodista deportivo (1.986)

Novelaza de Richard Ford sobre los avatares del aturdido y ensimismado Frank Bascombe, un novelista fallido que se reconvierte en periodista sobre deportes.
Hace años compré El día de la independencia pero no alcancé a leerlo. Cuando mis cuarenta, mi cuñado me regaló Acción de gracias. Decidido firmemente a leérmelos me di cuenta de que formaban parte de una trilogía. Hace unas semanas me hice con el primero en Madrid, este El periodista deportivo, en una edición de bolsillo algo traqueteada.
Estoy fascinado por la literatura que contiene. Buscando información por ahí leo la opinión de un lector que habla de la oportunidad de afrontar los libros en un determinado momento, cuando se supone que estamos más preparados para entender lo que los autores ponen en sus obras. La preparación quiere referirse a los aprendizajes que se derivan de nuestros días en la Historia que nos haya tocado soportar o simplemente vivir.
Es el caso. Frank Bascombe tiene un hijo enterrado cerca de su casa, abatido por una violenta enfermedad. Su matrimonio se rompe tras el brutal suceso. Comparte su casa con un teólogo gabonés y sus relaciones personales van de lo voluntarista a lo ligeramente patético. Entre tanto, por las páginas del libro desfila el sueño americano y su pesadilla en negativo, que no es otra que no alcanzar aquel sueño. Frank busca la felicidad, o lo que más se le parezca, como todo el mundo. Estados Unidos permite la desaparición y posterior reinvención, el cambio de decorado, de trabajo, de familia, de profesión. Como quien se quita unos zapatos para ponerse otros. Esa facilidad para comenzar de nuevo desasosiega pues quita argumentos a la propia compasión. Aquí esta la grandeza de la novela, la creación de los personajes, los trazos sobre sus vidas y sus entornos, la diversidad que contempla, y todo envuelto con la suavidad de la escritura de Ford.
Una auténtica maravilla.

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25 junio 2008

Arcadi sobre Aznar

Parece duramente entrenado en el oficio de hacer creer al mundo que ha perdido la cabeza.

El Mundo, veintitrés de junio de dos mil ocho

24 junio 2008

Vega, año IV.

Cuarto año triunfal. Llegará, como todo, aquel en el que perdamos la cuenta. No importará, ni entonces ni ahora. Estaremos juntos de nuevo.
A sesenta kilómetros de Benavente supimos que estaban a seiscientos kilómetros de Benavente. Que había atasco en Bilbao y en Laredo. Llegaron tarde, con una empanada de morcilla ya estrenada y unas promesas de matrimonio adornando el bizcocho de chocolate y el de zanahoria. Empezamos a beber sidra en serio y planificamos la visita sin plan a los mercados, en la bruma del sábado.
Marmita de bonito a la riojana, por eso de los pimientos verdes, sardinas fresquísimas y criollos para la barbacoa bajo las estrellas y el pleno de nubes, y una fabada perfecta del Ingeniero Sánchez para el domingo. De los macarrones exprés no digo nada, ni de los embutidos que desaparecen en un vuelapluma tras volver de la playa, ni de los helados que viajan en bicicleta, ni de los mofletes rojizos, ni de la escoria que vuela desde la terraza, ni de otras tantas cosas que guardamos para nosotros en la hura de nuestros corazones. Los recuerdos adornan nuestros días, los locos quieren montar en globo y yo que los niños no paren de reír después del empujón de una ola.
La mesa es nuestro altar y nuestro refugio, un showroom de niños preciosos con las mejillas quemadas. Cien globos no bastaron para frenar la guerra incruenta que se libra con agua en vez de por el agua. El viejo coche plateado aparcó sus doscientos mil kilómetros para inundar de música la playa de hormigón de nuestra verbena privada.
Frank Bascombe se fue a Florida y en mi zurrón volvieron las Historias de Londres, insignificantes trazos que no pueden competir con lo que vivimos en Vega en esos tres días mágicos, frente a la mar verdadera, la del horizonte de nuestra amistad y de nuestras vidas, más entrelazadas que nunca.
El futuro es el aroma a manzana de unas brasas apenas apagadas. El hoy son quemaduras en las corvas y el brillo en los ojos de los niños, el resplandor de nuestro futuro.

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23 junio 2008

Marmita de bonito a la riojana

Ingredientes para veintiuna personas, de las cuales nueve son adultos (uno es Ramón, atentos), y doce chiquillos:
  • Tres rodajas de bonito fresco, en una cantidad que a ojo del Ingeniero Sánchez y de Sánchez Bolín sea suficiente.
  • Patatas en abundancia, quebradas en trozos, no cortadas.
  • Un tercio de una cebolla.
  • Un pimiento verde. Por eso decimos a la riojana, aunque no tiene nada que ver.
  • Albariño.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • Sidra. En abundancia. Para que el Ingeniero Sánchez y Sánchez Bolín no se deshidraten.
  • Camiseta del Sporting. Y así Sánchez Bolín estará más entonado.
Pasos.
  1. Se envía a todo Dios a la playa, a fin de que el Ingeniero Sánchez y Sánchez Bolín puedan estar tranquilos y un posible estado de nervios no le repercuta al guiso.
  2. El Ingeniero Sánchez pela las patatas y pica la cebolla. Mientras tanto, Sánchez Bolín limpia dos docenas de sardinas para la barbacoa de la noche. No tiene que ver con la marmita, pero hay que pensar en el más allá. En la cena, vamos.
  3. Antes de dar más pasos, unos vasos de sidra, que el calor aprieta y la playa espera.
  4. Se pone en un cazuelón el aceite y se pone a dorar la cebolla. Cuando el color dorado se intuye, el Ingeniero Sánchez y Sánchez Bolín lo celebran con unos culetes de sidra e incorporan el pimiento en trozos medianos.
  5. Cierto. Más sidra.
  6. Con la cebolla dorada y el pimiento en línea, se meten las rodajas de bonito para darle aroma al guiso. Se casi sellan por ambos lados y se reservan en un plato. Si el paso se ejecuta correctamente, se recomienda brindar con sidra.
  7. Añadir el Albariño y evaporar el alcohol. No merece la pena tratar de inhalar ese alcohol evaporado, siempre que se cuente con la reserva adecuada de sidra.
  8. Añadir las patatas en trozos y darles unas vueltas antes de cubrirlas con agua.
  9. El Ingeniero Sánchez y Sánchez Bolín, después de ocho pasos, vuelven a beber sidra.
  10. Subir a ebullición la disolución tuberculosa y dejar a fuego lento hasta que las patatas se pongan tiernas. Respetarlas, son sólo patatas. Ahogar la tristeza en sidra.
  11. Desespinar y quitar la piel a las rodajas de bonito. Cortar en tacos.
  12. La rutina, beber sidra.
  13. Con las patatas tiernas, e intactas, apáguese el fuego y viértanse los trozos de bonito en el guiso. El calor residual terminará de cocinar el pescado.
  14. Festejar haber llegado hasta aquí con algo más de sidra y dirigirse a la playa sin que se note la sidra ingerida.
  15. A la vuelta de la playa, comérselo sin dar nada a los niños, que de momento se dejan engañar con los macarrones. Por si acaso, no decirles nada, no sea que pidan el cambio.

Hecho en Vega en el cuarto año triunfal
por el Ingeniero Sánchez y Sánchez Bolín

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12 junio 2008

Claroscuros

Hago el enésimo viaje. Mis pertrechos son un iPod repleto de Neil Young y el recuerdo de tu mirada. Me acompaña Frank Bascombe, el personaje de Richard Ford. Radiógrafo de una cierta realidad americana y de una o unas vidas entre tantas otras. Así cojo sucesivamente un taxi, el tren absurdo, el metro, el avión, un coche que un miércoles me sajó la cabeza, al avión otra vez, con su retraso y todo, el metro, la carrera por las estaciones, otro tren absurdo y un autobús para la clase low-cost. Fort Apache huele a ensalada de bacalao y a niños felices.
Mis pulmones no ventilan y mi cabeza no encuentra solución a ningún problema.

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08 junio 2008

United 93 (2.006)

06 junio 2008

Mis Pollack y los de Boyero son los mismos

A cada uno su Pollack. El que más me enamora a mí no alcanzó excesivo éxito. Son películas a las que retorno siempre, estéticas y éticas, profundas y emocionantes, perturbadoras y líricas. Son los espacios abiertos y la ambientación a la naturaleza más dura que elige el solitario y misántropo Jeremiah Johnson para ponerse de acuerdo con la vida, la destrucción de su sueño, su atormentada obsesión en destruir a los que se cargaron su refugio. Es el perdedor que interpreta el insigne Robert Mitchum en Yakuza, devolviendo ritualmente una vieja deuda moral a ese samurái al que involuntariamente le despojó de todo lo que amaba. (...)

El País, seis de junio de dos mil ocho

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Sin dormir

La duermevela es un refugio sin puertas ni ventanas. Un estadio para una competición en la que todo se mueve sin cesar para llegar a ninguna parte. Pienso en Harlem y en el inmenso talento que allí borbotea. Escondido en el iPod escucho Nothing ever happens, que sirve de resumen de la reunión de la FAO y de retrato de estos días. Cuento los minutos que quedan para la crónica de Purísima sobre el último torero, ese que dicen deja quieto el aire y le saca brillo a la muerte que empuja al pasar bajo su brazo durante la chicuelina eterna. Otro talento, el de Purísima, que vive silente en un pozo de corbatas de nudo gordo. Mientras la basura se vende cara, el trazo exquisito se regala en la web.
Hay un cuarto libro de Kerr sobre la peripecia de Bernard Gunther, Unos por otros. Saldré a buscarlo el sábado, haré parada en Innisfree, el territorio mítico donde una mujer de corona blanca suspira por mis cachorros mientras reza por todos. Gunther tendrá que esperar, estos días los paso con Frank Bascombe, el derrumbado periodista deportivo. Llevo pocas páginas con él, pero me encuentro peligrosamente cómodo ahí, ¿me estaré desfondando?

04 junio 2008

Nazis

Montado en un tren, viajando a velocidad absurda, termino la trilogía de Phillip Kerr sobre la Alemania de los años treinta y cuarenta. Violetas de marzo, Pálido criminal y Réquiem alemán.
Narrada en primera persona por Bernard Gunther, quien es, sucesivamente, detective privado, comisario por tiempo determinado y otra vez detective. Berlín y Viena son los escenarios principales, con una estancia en Dachau. La literatura y el interés van creciendo libro tras libro. Aparecen Arthur Nebe, Himmler, Heydrich y el mismísimo Heinrich Müller, el jefe de la Gestapo nunca localizado.
El nacionalsocialismo aparece tangible, real, sólido, estremecedor. La barbarie estructurada, la endeblez ideológica, la relajación moral y el desapego gélido. Todo en tres libros. Todo sucio, cruel, terrible. Monstruos, horror y muerte.
Cierro Réquiem alemán. Leo sobre la reunión de Wannsee, veo la convocatoria de Heydrich. Después, en el tajo, un breve en un periódico chileno sobre la búsqueda de Aribert Heim.
La vida sigue, el asco también.

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02 junio 2008

I am legend (2.007)


I can help. I can save you. I can save everybody.

Intensa película sobre la novela de Richard Matheson, llevada al cine por tercera vez. Con mis recuerdos sobre las anteriores seriamente difuminados diré que ésta me ha satisfecho plenamente. Su contención narrativa, su ajustado metraje y sobre todo, un inmenso Will Smith nos hicieron cabalgar sobre el desasosiego de un problable/posible fin de todo esto. Es ciencia ficción y terror a partes iguales, muy recomendable.
Y ese Manhattan vacío, tan desasosegante, sin ruido alguno, con la hierba brotando entre las juntas del asfalto, los puentes rotos...

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¡¡¡¿·$·$2e¿¿%&&!!!

Es vergonzoso que por teléfono móvil se pueda votar quién va a Eurovisión y no se pueda participar en votaciones internas de los partidos políticos.

Esteban González Pons, El Mundo, dos de junio de dos mil ocho