The Sopranos
(...)
Woke up this morning
Woke up this morning
La vida.
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Mientras que a mi hija le duele el cerebro, a los demás nos duele la cabeza. Será porque nosotros no tenemos nada dentro de la cabeza, al contrario que ella. Tendemos a pensar que los niños son simples, que tratan de satisfacer instintos más o menos primarios. No hay más que verlos beber agua. Hasta que jadean o se sacian. No es así. Al contrario, elaboran intrincados razonamientos para tratar de entender el mundo éste al que los hemos arrojado. Qué duro aterrizaje. Mi hijo estuvo meses cavilando hasta que descubrió que los juguetes con los que se dormía iban de su cama hasta la mesa transportados por su padre. Hasta ese día aguantó en silencio las dudas sobre tan magno acontecimiento.
Les decimos que los queremos más que a nada en el mundo, pero desaparecemos por la mañana para regresar por la noche. Claro, luego dibujan a la familia y se les olvida el monigote del padre. Toma nota. Reclaman nuestra atención en ristras interminables de porqués, sin importarles siempre la respuesta, sólo nuestra mirada y nuestra voz. Durante noches y noches les contamos el mismo cuento, sin que se quejen de nuestra monotonía, quieren nuestra dedicación.
Tienen sus defensas. En la foto, tras rogarles que miraran a la cámara, obtuve esa magnífica composición de sus espaldas con los rojos de los trajes y de la pintura en el muelle de Camelle. Miran al mar abierto, al océano, de donde surgen las leyendas y los sueños infantiles. Qué otra cosa podemos esperar una niña que mira a lo lejos a través de simpáticos, en vez de usar prismáticos, como todo el mundo.
It has often been my dream
To live with one
who wasn't there
Like an ocean fish
who swam upstream
Through nets,
by hooks, and hungry bears.
When the water grew less deep
My fins were aching
from the strain
I'm swimming in my sleep
I know I can't go back again.
Got the will to love,
the will to love.
I'll never lose it,
never lose the will to love,
Never lose the will.
It's like
something from up above.
En 1977 Neil Young publica American Star 'n Bars, que pasa a la historia por Like a hurricane, canción/río que se despeña entre guitarras kilométricas y la voz de gato de Neil. La funda del vinilo ya advierte de las intenciones del canadiense. A un lado, americanos de las praderas, tipis, montañas nevadas y el nombre del artista en letras de barbería. Es lugar para The old country waltz y Saddle up the Palomino. En el reverso, y nunca mejor dicho, imágenes de ligueros y bragas con topos rojos, botellas de licor del duro, la jeta de Neil contra el suelo, descompuesta, al lado de la escupidera. La foto está hecha desde el piso, mostrando un techo rutilante de estrellas. En este lado tenemos Like a hurricane y Will to love. Decir que es mi canción favorita queda cursi y no recoge suficientemente los sentimientos que me provoca. Dispongo de la edición en vinilo, otra pirata del vinilo pasado a cedé, y por fin, desde el año pasado, el compacto oficial. Viene presentado en una funda de cartulina, remedo del vinilo original. Detallazo.
Estuve años escuchando el vinilo, sólo la segunda cara, Will to love preámbulo de Like a Hurricane. Una vez detrás de otra. Grabada en casa, se oye crepitar el fuego, guitarras tiltilantes, todas las voces la misma voz, ecos de pianos, el artista se desnuda. ¿Por qué escribe esto así y lo canta así? ¿por qué me gusta tanto? ¿con quién más en este planeta comparto la pasión por esta canción? ¿entendemos lo mismo al escucharla una y otra vez? No me importa, es la melancolía, el amor, la soledad del artista luchando contra su propia creatividad, suenan campanillas, me encojo. Hasta ahora no pude compartirla con nadie.
I'm like a singer on the stage
With the golden lights
and liquid rage
Down from the mountains
to the sea
Cool running love
keeps cleansing me.
It keeps my gills
from getting dry
But it distorts things
in my eyes
Sometimes I see
what really isn't there
Like my true lover, and I care.
Las tardes de domingo eran las visitas a la casa de Neil, allá en San Francisco, entre arboles magalomaníacos, puentes soberbios pintados de rojo, nieblas y Vertigo, mucho Vertigo. Vamos contra la corriente, somos uno más entre millones iguales, buscamos el amor, queremos una salida, entrar en otra vida, no queremos perder la voluntad de amar. Necesitamos querer y que nos quieran.
Sometimes I ramble on and on
And I repeat myself
till all my friends are gone
And get lost in snow
and drown in rain
And never feel the same again.
I remember the ocean
from where I came
Just one of millions all the same
But somewhere
someone calls my name
I'm a harpoon dodger,
and I can't, won't be tamed.
Pero podemos perderlo todo sin haberlo tenido nunca. Con la señal del aburrimiento es suficiente. Ni una palabra más. A negro. Fin.
Baby, if I see boredom
in your eyes
I'll know my river has run dry
But I won't turn back
with that lonely tide
I bought that ticket
and I'll take that ride.
If we meet along the way
Please sway beside me,
let us sway together
Our tails together
and our fins and mind
We'll leave this water
and let our scales shine
In the sun above
and the sky below
So all the water
and earth will know
It has often been my dream
To live with one
who wasn't there
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Enfilamos la carretera camino de las Tuerces, monumento kárstico a la provincia de Palencia.
Comenzamos la subida hacia las rocas arañadas, mientras los niños no dejan de hablar y recogen del suelo pistolas atómicas y Áfricas, todo en piedra. El lapiaz nos rasca los pies y las heridas de las rocas nos encogen el alma.
El viento sopla feroz y prepara la llegada del otoño, que estará por aquí unos días hasta que venga el invierno. Clavamos los pies en el suelo y esperamos la embestida.
Es de noche. La ventana marca un recuadro naranja, como de monje budista. No se ha cerrado el cielo aún. Desde el negro hasta un levísimo azul turquesa tenemos el aviso del ocaso.
El cielo está sereno, sólo un par de destellos. Quizá satélites haciéndonos fotos para que podamos vernos la calva en el ordenador. La noche nunca falla. Llega puntual cuando menos te la esperas.
El cielo está recortado contra la silueta del edificio de enfrente, gemelo de éste en el que vivo. Es una línea recta, perfecta, segura. El ladrillo abajo, el cielo arriba.
Aquí, personas, dudas, problemas, risas, gritos, música, aplausos, la vida. Allí, los sueños, los recuerdos, los ausentes, la paz.
Todo en el cielo de hoy, ahora, al anochecer, es liso, puro, llano. No hay saltos, ni granos, ni nubes. Nada.
Así me quedo. Pensando en nada.
La vista desde Peral. Ya crecieron los fresnos, uno por cada nena. Total, seis. Una proeza. Hay que esperar, él siempre lo dice. Al final, los árboles dan la sombra. Nos sentamos en el banco de mi bisabuelo, su padre.
La cuadra, refugio de piedra. Rústico adosado a la cuadra de verdad, la casa de las vacas. Vacas reales, de color canela, que descansan mientras vigilan el camino al prado. Enormes leones vacunos de mirada templada y masticar sereno. Son nuestros colosos.
Se lo debemos.