Se publican los
datos de asistencia a los cines. El cine español pierde espectadores e ingresos. Se cierran salas. Dice
Alex de la Iglesia que
está hasta los huevos, que no puede plantearse la discusión comparando los resultados del cine patrio con el que viene de Estados Unidos. Tiene razón. Y la aplica. Recién vistas
Los crímenes de Oxford e
Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, puedo opinar. Sin haberlas visto también podría hacerlo, pero así puedo gritar más alto.
No son comparables. Por presupuesto, mayormente. Que se traduce en potencia publicitaria, en efectos especiales, en lustre de los actores y en sus sueldos y, finalmente, en asistencia y taquilla. Me gustó más la de
Alex de la Iglesia, salvando algunos momentos vergonzantes, si bien nos permitieron verle las domingas a
Leonor Watling, asunto nada desdeñable. La de
Alex es más ambiciosa y más natural.
Alex de la Iglesia no quiere competir, y me parece bien. El cine bien entendido debe competir contra sí mismo, contra sus ataduras presupuestarias y contra los planteamientos que constriñan su creatividad. Nada más.
Por cierto, vimos ambas en casa. Cada vez compro menos entradas, sigo coleccionando y alquilando DVD. Sin ruidos de palomitas ni de bolsas de plástico ni volúmenes atronadores ni doblajes al
Spanish Castilian ni colas ni horteras ni leches. Alquiladas ambas. En el cuarto de estar, que también es una sala de cine. Con la tecnología ahora disponible al servicio de los hogares se están abriendo miles de sala de cine, no las despreciemos.