La fábrica
En un mar de facturas y navajas me enfrento al blog. Hay sol, los niños juegan ajenos a todo, tachando los días para la fiesta.
La foto me hace pensar como trabaja el tiempo contra nuestra memoria. Es un zapador implacable que no descansa mientras desmorona el edificio de nuestros recuerdos. A pesar de todo, no podrá quitarnos nunca el calor de nuestra madre, la energía del padre, los ojos de la hermana, las caritas de los hijos que escuchan embelesados un cuento, el sabor a golosina de la esposa. Ese paredón de la Vega del Ciego, esqueleto resultón de la fábrica de harina, es huella de un pasado que no volverá, pero también, con sus cimientos sobre piedra, es el mojón que en nuestra vividura implacable se vuelve hito de todo el camino recorrido. Que no es poco.
Hoy me pesa todo lo vivido, a la vez que me conforta. No hay memoría vacía, sí una maleta repleta de destellos, emociones y sabores. Para siempre.
Hoy me pesa todo lo vivido, a la vez que me conforta. No hay memoría vacía, sí una maleta repleta de destellos, emociones y sabores. Para siempre.
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