Memory empty
Barajas. Navego por el aeropuerto. Me subo a una rampa mecánica. El panel luminoso situado a su salida indica Memory empty, memoria vacía. Quizá sea lo mejor, elegir cuándo y qué recuerdos eliminar de nuestra biblioteca cerebral. No sólo malos recuerdos, también los buenos. Par poder saborearlos de nuevo. Besar por primera vez a nuestra amada, sentir la mano de los niños, estrenar Centauros del desierto, La dalia negra y Will to love. En el cine contemporáneo quieren quitarse de encima los malos recuerdos, con la esperanza de que la bayeta y el estropajo borradores nos aseguren una vida mejor. Code 46, Old Boy, Eternal sunshine of the spotless mind. Casi nada.
El vuelo sale de noche, en un avión de turbohélices, con lo que mi viaje adquiere dimensiones épicas. Camino de Murcia, desde la ventanilla, veo un país que quiere mostrarle su cara a la noche. España es un majuelo de vides encendidas, peajes hipertrofiados, polígonos como antorchas, rotondas en espiral, depuradoras batiendo mierda, campos de fútbol en carne viva.
Aterrizamos. San Javier parece Bristol. Sin barcos y sin piratas. Pero todo el mundo habla en inglés. Espero que me pueda borrar esta imagen.
El vuelo sale de noche, en un avión de turbohélices, con lo que mi viaje adquiere dimensiones épicas. Camino de Murcia, desde la ventanilla, veo un país que quiere mostrarle su cara a la noche. España es un majuelo de vides encendidas, peajes hipertrofiados, polígonos como antorchas, rotondas en espiral, depuradoras batiendo mierda, campos de fútbol en carne viva.
Aterrizamos. San Javier parece Bristol. Sin barcos y sin piratas. Pero todo el mundo habla en inglés. Espero que me pueda borrar esta imagen.
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