La Vega del Ciego
Arqueología de la memoria que nos lleva, con sólo una foto, a un tiempo marchito. Campo exploratorio de recuerdos de tíos, abuelos, primos. Canal, salto, tenis, entrada, fábrica, panadería, camino de piedras de río, chalet, tendejón, garaje, bajada al Lena, ruinas, pesebres, olvidos. Puentes al pasado que se lleva la riada, vivencias que se remachan al corazón, los veranos todos.
Visitas a los murciélagos, excursiones a los demonios de la noche con la hoz en mano, pesebres calientes, ortigas agresivas. Íbamos con comida para los animales, con el tío fuerte, descomunal en su fuerza y en su ternura. De premio, Kas de naranja. Cualquiera que fuera el refresco, simpre se llamaba Kas. Portábamos navajas como exploradores de un territorio recóndito que más tarde fortificamos e hicimos más nuesto que nunca, forrado de corcho, calentado a golpe de chimenea y chocolate.
El manzano ya renquea, pero aún nos acompaña, a los niños en la manta les tira manzanas para que no dejen nunca de jugar. El sol ya se oculta, tiramos de linterna, pero no es lo mismo.
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