06 octubre 2005

Luz mediterránea

Es una luz blanca, como halógena. Desde muy temprano está presente, mostrando nuestras vergüenzas al mundo. Ilumina un país seco, jalonado de palmeras, edificios en obras, concesionarios de coches, urbanizaciones cosidas a balaustradas, piscinas al cloro, huertas, tatuajes, comedores al aire libre, desguaces, pantalanes de ensueño, polígonos de pesadilla.

Volveremos a la luz mesetaria, fría, seria, con ínfulas de ojo escrutador. Más perezosa y trasnochadora.
El eclipse del martes nos evoca, con su reflejo azulado, paisajes septentrionales donde la luz es un anhelo y una promesa de verano con quemaduras de segundo grado. Necesitamos la luz para procesar la clorofila de nuestra memoria y alimentar la caldera de nuestros deseos. Es la vida.