La vida
Decía Manuel Vázquez Montalbán que era como un palo de gallinero, corta pero llena de mierda. Oigo sus palabras, recogidas en Epílogo, cortesía de Vespito. Transmite la serenidad envidiable de la conciencia en verdad tranquila, además de un sentido común que acongoja a la entrevistadora, individua sin mérito que no merece ni entrevistarse a sí misma.
Leo al obrero del blog, que nos cuenta como sube y baja en la noria de su estado de ánimo. Es un luchador preso de su vitalidad, sensibilidad y ganas de llenar el mundo de letras, sílabas, palábras, párrafos, capítulos, libros y obras nunca completas pero siempre escogidas y sentidas. Me alcanza con la palabra mágica, ciclotimia. Al día le sucede la noche y, para los optimistas, a la noche le sucederá siempre el día.
Comenzamos estos blogs para dejar un camino de piedras con el que poder regresar del bosque pero, sin evitarlo, nos dejamos la vida y el alma entera por esos mundos eléctricos de Dios o del diablo.
Queremos llenarnos la vida de libros, hijos, músicas que nos desgarran, comidas embriagadoras, abrazos a los amigos, con mucho amor a nuestras mujeres, tertulias con madres, tías y abuelas, tertulias interminables sobre la nada que no queremos que terminen nunca.
Escribo esta entrada mientras apunto los gastos en la hoja de ingresos/saldos, nunca más absurda que ahora. El balance lo hago con la chica de mirada oceánica, con los niños, infatigables recorriendo tres metros para avanzar uno.
Queremos abarcarlo todo, la tarea es ingente, de epopeya en Technicolor, y empezamos a estar cansados.
Leo al obrero del blog, que nos cuenta como sube y baja en la noria de su estado de ánimo. Es un luchador preso de su vitalidad, sensibilidad y ganas de llenar el mundo de letras, sílabas, palábras, párrafos, capítulos, libros y obras nunca completas pero siempre escogidas y sentidas. Me alcanza con la palabra mágica, ciclotimia. Al día le sucede la noche y, para los optimistas, a la noche le sucederá siempre el día.
Comenzamos estos blogs para dejar un camino de piedras con el que poder regresar del bosque pero, sin evitarlo, nos dejamos la vida y el alma entera por esos mundos eléctricos de Dios o del diablo.
Queremos llenarnos la vida de libros, hijos, músicas que nos desgarran, comidas embriagadoras, abrazos a los amigos, con mucho amor a nuestras mujeres, tertulias con madres, tías y abuelas, tertulias interminables sobre la nada que no queremos que terminen nunca.
Escribo esta entrada mientras apunto los gastos en la hoja de ingresos/saldos, nunca más absurda que ahora. El balance lo hago con la chica de mirada oceánica, con los niños, infatigables recorriendo tres metros para avanzar uno.
Queremos abarcarlo todo, la tarea es ingente, de epopeya en Technicolor, y empezamos a estar cansados.
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