01 noviembre 2005

Todos los Santos


Tom Waits nos regala dos discos de un viaje, en el año dos mil dos, Alice y Blood Money. En el primero, a medias con su señora, Kathleen Brennan, aparece No one knows I’m gone, fulgurante, precioso, de ritmo medio, con acompañamiento de cuerda, y la voz de Tom con toda su vida a la espalda.
Son ciento dos segundos absolutamente exquisitos, tiernos y duros a la vez, totales, plenos de seda y humedad. La melodía nos lleva entretejidos en cuerdas de chelo, violín y viola a visitar el cementerio John donde reposa quien canta muerto con voz de vivo.
Imagino un cementerio en el Norte, donde el agua es generosa y el frío valiente, y las hojas se conjuran para ser manta de nuestro sueño, de nuestro sueño eterno. El frío y el agua nos protegen del mundo de los vivos, ese infierno que queda arriba, y nos hunden año tras año en el cielo subterráneo de nuestro pasado ya pasado.
Mi cementerio está en un valle en Asturias, con vistas al haya y al castaño, mirando al sur, en un mausoleo gris marengo, junto al abuelo, que hace diez años que nos espera a todos.

Hell above and Heaven below
All the trees are gone
The rain made such a lovely sound
To those who are six feet under ground
The leaves will bury every year
And no one knows I’m gone

Live me golden tell me dark
Hide from Graveyard John
The moon is full here every night
And I can bathe here in his light
The leaves will bury every year
And no one knows I’m gone

El infierno arriba y el cielo abajo
Todos los árboles se han ido
La lluvia hace un ruido amable
para aquellos que están dos metros bajo tierra
y que las hojas cubrirán cada año
y nadie sabe que me fui

Vivo en oro y dime oscuro
Escondido en el cementerio John
La luna está llena todas las noches
Y puedo bañarme en su luz aquí
y nadie sabe que me fui