Placeres de la vida (V)
Los sábados por la mañana.
Sin agenda. Los niños juegan como dos oseznos en el pasillo, los veo desde la cocina, mientras empapo una madalena en leche, que luego engullo como sólo se puede hacer un sábado por la mañana.
Hay que guisar un conejo para atacarlo a mediodía con arroz. Entretanto, la chica de mirada oceánica bañará a los niños en la ensenada de color blanco. Bajaremos a la ciudad monumental, capital del automóvil y de la obra, atontada esperando un tren rápido que quizá ya haya pasado para siempre.
Hay que comprar un regalo para el cumpleaños de María. También tengo que investigar por las librerías si hay ejemplares suficientes del Bushido, para regalar a los amigos.
Después, iremos a visitar a la bisabuela.
Sin agenda. Los niños juegan como dos oseznos en el pasillo, los veo desde la cocina, mientras empapo una madalena en leche, que luego engullo como sólo se puede hacer un sábado por la mañana.
Hay que guisar un conejo para atacarlo a mediodía con arroz. Entretanto, la chica de mirada oceánica bañará a los niños en la ensenada de color blanco. Bajaremos a la ciudad monumental, capital del automóvil y de la obra, atontada esperando un tren rápido que quizá ya haya pasado para siempre.
Hay que comprar un regalo para el cumpleaños de María. También tengo que investigar por las librerías si hay ejemplares suficientes del Bushido, para regalar a los amigos.
Después, iremos a visitar a la bisabuela.
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