Espaldas
Otra vez de espaldas. En la costa portuguesa, cerca de Cascais, mayo. Evocando el cabo Peñas paseamos contra el viento, en medio de una concentración de mansos moteros portugueses.
Las espaldas de mis hijos son cada vez más evidentes, miran a la vida y al futuro desde su propio punto de vista sencillo, rápido y directo.
Se plantan frente al ordenador, que les vomita juegos y juguetes, sin perderle la cara, que a veces puede derrotar por el lado débil, el de la infancia de blanca porcelana.
Me paseo con la escopeta cargada por si se asoma algún insensato Harry Powell.
Sería su último sermón.
Las espaldas de mis hijos son cada vez más evidentes, miran a la vida y al futuro desde su propio punto de vista sencillo, rápido y directo.
Se plantan frente al ordenador, que les vomita juegos y juguetes, sin perderle la cara, que a veces puede derrotar por el lado débil, el de la infancia de blanca porcelana.
Me paseo con la escopeta cargada por si se asoma algún insensato Harry Powell.
Sería su último sermón.
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