07 noviembre 2005

Familia & Mafia

Sigo con The Sopranos. Complemento perfecto del Spleen de Nueva York, dispongo de un fresco perfecto sobre la vida, y también sobre la muerte, en la ciudad más pretendidamente cosmopolita del universo conocido, si los chinos lo permiten.
The Sopranos amplia el ámbito de Nueva York a New Jersey, por donde campan en chándal los parientes de Tony. Me gusta como señala las ataduras que tienen la pertenencia a un grupo, sea cual sea su ámbito. En el caso objeto de estudio tenemos la intersección de la familia con la Mafia, aunque quizá esto sea redundante. La familia tiene cadenas emocionales que trascienden la sangre, atochadas con años de convicencia, desprovistas de pudor, que crean un ser colectivo más allá de los límites de nuestro propio cuerpo. En la Mafia, según nos cuenta la HBO, esa aparente libertad de la que disfrutan sus miembros y que hace tan atractiva la traslación al mundo audiovisual de sus peripecias, está enredada en las ligaduras establecidas en una organización que dispara parapetada tras un código ético diseñado a medida. Cierto, los mafiosos no madrugan, pero tienen que enterrar/desenterrar cadaveres a la hora del show de Jay Leno. Cuidado con el tío Junior, que sufre de complejo de inferioridad e intentará curárselo dándote por el saco después de despacharse a la útima puta rusa llegada al barrio.
Item más, no te fies ni de tu ... madre.

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