20 octubre 2005

Placeres de la vida (II)

Cenar con los amigos.
Los ojos rojos de conducir, los oidos podres de oir pijadas. Llego a tiempo, desde la Asturias light. Seis asistentes. Restaurante de nombre impronunciable. Gambas al ajillo. Dos de fabes con perdiz, soberbias. Arroz con pichones, a esgalla, supremo. Abadía Retuerta para las gargantas, inflamadas de la conversación. De postres, además de otros torpedos, trufas como albóndigas, como debe ser.
Risas, carcajadas, bromas, puros, rumores, pinceladas del pasado y del futuro, anatomías comparadas.
Llega la diosa rubia, radiógrafa tenaz de la condición humana y escrutadora implacable de la debilidad del simple. Buen remate de la velada.
Los valientes toman copas, los mansos nos vamos a dormir.

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