Viaje a Cantabria
Voy a Santander. Pasaremos rozando la caliza. Asturias, tan lejos. Tan cerca. Si yo pudiera cantarte. Cantabria en una Asturias light. No tiene asturianos. Ni sidra. Pero al menos tienen vacas.
Pero esta verde, muy verde. Me gusta. Me gusta más Asturias. Cantabria es un respiro para los que vivimos entre páramos. Aquí no hay verde. Miento. Sí lo hay, pero no rabia como el nuestro. Es verde de árboles en las riberas, de pinares, de cereal que nace. A veces, sólo de pista de padel. Mierda. Le falta la fuerza del verde cantábrico, de grito contra el olvido, de soberbia, del color de la botella de sidra. Verde con cojones.
Me tengo que levantar a horas del siglo pasado, de minero galés. Coño, a horas de volver de juerga, no de levantarse. Aún así, afronto la noche optimista. Mañana veré montañas. Y me acercaré al mar y, aunque no lo llegue a ver, sabré que está allí. Esperándome.
Pero esta verde, muy verde. Me gusta. Me gusta más Asturias. Cantabria es un respiro para los que vivimos entre páramos. Aquí no hay verde. Miento. Sí lo hay, pero no rabia como el nuestro. Es verde de árboles en las riberas, de pinares, de cereal que nace. A veces, sólo de pista de padel. Mierda. Le falta la fuerza del verde cantábrico, de grito contra el olvido, de soberbia, del color de la botella de sidra. Verde con cojones.
Me tengo que levantar a horas del siglo pasado, de minero galés. Coño, a horas de volver de juerga, no de levantarse. Aún así, afronto la noche optimista. Mañana veré montañas. Y me acercaré al mar y, aunque no lo llegue a ver, sabré que está allí. Esperándome.
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