12 diciembre 2005

Paseo

Banda sonora de

Amaral, Jewel cantando New Order, Paul Weller, Los Ilegales, Kilye Minogue, Inmaculate Fools, Madonna y Johnny Cash.


Salgo con el atardecer visto para sentencia, bajo un chaparrón de frío. El aire es transparente, el horizonte, al sur, está envuelto en celofán dorado y vira al azul más triste a medida que la vista alcanza el norte oscuro, glacial, insolente e implacable.

El viento nos congela la risa pero también trae niños y niñas de tierras inhóspitas y crueles para que podamos compartir este bienestar que nos recuece el alma.

Subo por una escalera sin nada que envidiar a las de la más imponente pirámide maya. Pero no estamos en Uxmal, a mis espaldas está Zaratán. Las carreteras se desbordan en una avenida de viajeros que regresan sin haber conseguido olvidar. Los chicos con master ronronean mansos en las pistas de padel mientras ellas buscan paraísos artificiales en casa mientras cuidan de los cachorros y se preguntan porqué.

El barrio se vende o alquila, con inmejorables panorámicas, mientras nos prometen la felicidad en un farallón de rascacielos mirando al Mediterráneo. En un belén un pastor porta una nota de papel que dice El Alcalde nos trae / a los Rolling Stones / para así ganar / las próximas elecciones. Hiperrealismo en estado puro. Rollizas muchachas con medias de rejilla acompañan a sus madres del caño al coro y del coro al caño, mientras los padres se visten de aviadores para hacer un viacrucis de claretes y tapas de oreja.

Busco las calles más solitarias, jalonadas de falsos plátanos, donde los columpios y los balancines paralizan los sueños infantiles. No hay niños, están asomados a las ventanas de los juegos, los dibujos, las películas, en el refugio del hogar. Como Dersu, entre sombras, intuyo a Amba. Piso firme y espero. No le veo la cara pero puedo sentirlo, él y yo sabemos que el día no es hoy. Respiro hondo y sigo camino. Las orejas sufren sujetándome las gafas, pero mis manos están calientes y mi corazón es una marmita que burbujea lírica mientras guisa los recuerdos.

La noche echó el cerrojo y no puedo tararear las canciones que me acompañan, el frío puso a curar mi cara y no la deja moverse.

Llego a Fort Apache. Puedo ver desde la calle el reloj y el poster de Dolls. Me reciben las carreras y los gritos de siempre. El calor es auténtico. Es mi casa.