War of the worlds (2005)
Aquí se llama La guerra de los mundos. No se si es un remake de La guerra de los mundos de 1953, o una nueva adaptación de la novela de H.G. Wells.
En cualquier caso, esta película de Steven Spielberg es magnífica, aunque provoca división de opiniones en los espectadores. Ayer, sin ir más lejos, sólo le gustó al cincuenta por ciento de los asistentes al pase que dimos en casa. Es decir, a mí me gustó y a mi señora no. Dice que no le resulta verosímil. Es comprensible dadas algunas de las licencias que se toman los guionistas, pero podemos soslayarlas para gozar con esta obra.
A mi me ha encantado, es la segunda vez que
Spielberg domina la narración como nunca, nos lleva con ritmo firme a lo largo de todo el metraje, incluso en las secuencias en el sótano del personaje de Tim Robbins. La música de Williams sostiene los hilvanes del relato de manera espléndida.
Los hombres, la Humanidad, son marionetas en manos de un ser superior que los salva por los pelos. Spielberg está descreído, no hay optimismo por ninguna aprte, a pesar de un pretendido final feliz a lo Centauros del Desierto.
Por encima de todo la película es un ensayo sobre la mirada, acerca de la curiosidad por ver, aunque esto sea nuestra perdición. Tom Cruise guía con manos de cirujano los contenedores desde su privilegiada atalaya en la grúa portuaria; el vecindario se acerca al lugar donde cayó el rayo, al lado de la iglesia, para ver qué pasa; vemos pulverizar personas a través de la pantalla de la videocámara que cae al suelo en el primer ataque; Tom va al espejo a certificar que está cubierto de ceniza humana; cuando huyen en coche la cámara gira (magistralmente) alrededor de ellos para que podamos verlo todo desde todos los ángulos; su hijo quiere ver los combates al otro lado de la colina; en el sótano de Robbins los alienígenas exploran el terreno con ojos mecánicos gigantes, aunque el espejo los engañe, e incluso acaban bajando ellos mismos a ver qué hay.
Definitiva es la frase de la niña tras el ataque en el sótano de la casa materna, a oscuras, cuando pregunta si están vivos. Puesto que no ven al estar sin luz, ella piensa que no han sobrevivido. Esta es la clave, si no ves, es que estás muerto.
Contra esto, las situaciones antagónicas en las que si apartas tu vista de la realidad, sobrevives, te salvas. Su hija les dice, cuando va a orinar en el río, que no la miren, y el padre insiste que no mira pero que quiere verla. Consecuencia de esta huida de la mirada paterna es el cuadro que la chiquilla se encuentra en el río.
En la escena más terrible, cuando Tom decide resolver sus diferencias con el personaje de Robbins, venda los ojos de su hija para protegerla, como hace el maestro Spielberg con los espectadores, con uno de los fuera de campo más prodigiosos que quien esto escribe recuerda.
Tras el pufo de Amistad (1997), Steven Spielberg ya sólo hace obras mayores, Saving private Ryan (1998), Artificial Intelligence: AI (2001), Minority Report (2002), Catch Me If You Can (2002), War of the Worlds (2005). No incluyo The Terminal (2004) porque no la he visto.
Esperamos con sumo interés Munich (2005).
Etiquetas: cine
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