Lecciones de chino
Me llega desde Falcon Crest la noticia de la condena de un ministro chino, Tian Fengshan.
Se le queda medio millón de pavos en las uñas y le meten un paquete de perpetua. Por chorizo. En la foto que acompaña vemos a un personaje con un lustre sólo comparable al brillo de la laca que adorna su podrida cabeza, como un pacoumbral trasnochado y chino.
Sin tener ni puta idea de los pormenores del caso, me encanta la sentencia. Tengo la teoría de que quien roba dinero público es medalla de oro en la olimpiada de los ladrones. Nos tanga a todos. Más bien, a casi todos. A todos los que dejamos gotas de nuestro sudor en los impuestos que pagamos de manera directa o indirecta. La pena se debe multiplicar por el esfuerzo del que se quema las manos con el cemento, de quien aguanta estoico las paridas del management, de aquellos que doblan turnos con la porra en el cinto, de los camioneros bizcos de leer señales de tráfico. De los que trabajan y pagan sus impuestos, con gusto o sin él.
Occidente, España, toma nota. Tian Fengshan, te jodes.
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