21 diciembre 2005

Muerte

Ha habido una explosión con heridos graves cerca de donde trabajo. Me adelanta, a toda velocidad, una ambulancia medicalizada. Entre los pinos distingo heridos tumbados en el suelo. Después, el helicóptero, las radios, los políticos, los expertos y los bobos. Leo que hay heridos graves, algunos incluso requieren atención especial de grandes quemados. Más tarde, llamadas de familia y amigos interesándose por mí.

La muerte está cerca, a nuestro lado, calentándonos la nuca con su hálito desértico. Está emboscada en un andamio, en el cambio de rasante, en el párpado caído de un conductor fatigado, en un corazón extenuado, en una comida de más, en el suelo resbaladizo, en el puñal de un demente, en el argayu de la autopista, tras la cortina de la ducha, apoyada en el columpio, en el gen del antepasado, en cartones de winston, en el pedreru, donde viven los percebes, en la sangre del mosquito, en el beso del amor, en el depósito de disolventes, en la mente del estratega, en la paranoia del terrorista, en la aguja del yonki, en la costera del bonito, en el molino de bolas, en el banco de niebla, bajo el bombardeo de napalm, en la receta con estabilizantes, en la explosión en la mina, en el miedo, en el hartazgo de vivir, en la torre de alta tensión, en la mano larga, en la paliza del loco, en el despecho de la amada, en la máquina sin frenos, en la roca en la pista de esquí, en el odio del amargado, en la pistola del cobarde, en la desgracia del juego, en la nota del sicario, en el mordisco de la serpiente, en la cárcel secreta, en la celda oscura, en la riada de barro, en el microondas, en el soborno al ministro, en la huida por la selva, en el secuestro exprés, en la ventana abierta, en el golpe de mar, en la muerte del hijo, en los planes del dictador, en el abrazo del oso, en el hueco sin tapar, en el cirujano borracho, en el paso a nivel, en el cigarro sin apagar, en la broma pesada.

Como decía áquel, nos la encontraremos allá donde se la debamos. Con la cara alta, y para adelante.

No quiero ver más muertes que la mía. Y un ruego para cuando me lleven al lado del capitán Blanco, que murió coronel. Que no me aplaudan. Morir no tiene mérito.