22 octubre 2005

Placeres de la vida (III)

El regusto del chocolate en la boca.

Esa retranca amarga que queda después de morder la trufa densa, la tableta tiesa, la mus espesa. Brisas lejanas, quizá septentrionales, de marmitas de chocolate en la chimenea, el chocolatón que decía el abuelo, enamorado del merengue.

Dicen algunos muy sabios que comparte moléculas con la marihuana, de ahí la paz que nos embriaga después de cada homenaje en marrón. El hijo del Theobroma cacao nos lleva de la mano, cogidos por la lengua, a mundos donde el silencio campa y nos sentimos definitivamente bien.

Dejen que el cacao sea mayoría, no lo saturen de azúcar, y los frutos secos a distancia. Queremos sólo el ébano brillante envuelto en papel plateado o dorado, lingote de medida de bancos honrados.

Voy a por otra trufa.

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