16 diciembre 2005

Corte de pelo

Le hemos cortado el pelo, está precioso.

Es el único varón sobre la faz de la tierra al que le digo guapo. Tiene una cabeza hermosa, con una mata de pelo firme que huele a caramelo y almendras garrapiñadas. Sus ojos miran bajo la tupida techumbre de sus cejas, desde la mayor curiosidad del mundo, con un halo de franqueza limpia, mientras los mofletes son dos lunas pálidas que piden a gritos que las acaricies.

Siempre dispuesto a escuchar cualquier historia que le relates, historia convertida en etéreo combustible de una imaginación que bulle atosigada por superhéroes, dibujos animados, buenos y malos, dinosaurios de plástico y plastilina, naves espaciales, pistolas y espadas, perros de peluche y peluches como niños.

Sus manos tienen la piel blanca, los dedos finos y fieles, y la palma serigrafiada con nerviosas arrugas que son firma compartida en las manos de su padre, de su abuela y del capitán Blanco, que murió coronel, y cuyo nombre porta desde hace seis años.

Mi hijo.