Tarde de viernes
Un suculento conejo guisado con arroz pone un disco en verde y sabor a pimiento en la tarde del viernes. Revisamos al heredero que se deshace como mantequilla en brazos de su padre al oir la palabra vacuna. Esa batalla es para otro día. La risa brota entre el llanto al comparar el padre sus espaldas con las del médico, que no hace sino reirse al ver el torbellino que acompaña al pequeño, torbellino pleno de bufandas, paraguas, abrigos, padre y madre, guantes, incluyendo heredera volandera y pizpireta que se desparrama por la consulta reclamando atención de los allí presentes.
Tarde de jugueterías y librerías para ir afinando el tiro ante los eventos navideños que ya enseñan la patita por debajo de la puerta ribeteada de bombillas y espumillón.
Ojeo un libro sobre Historia de la fotografía en España, editado por Lunwerg, que me deja el corazón cosido con muertos, toreros, miseria, puterío y angustia.
Sorteamos el desmayo y encaminamos los pasos al portal que mutó en tienda y que cambió la estrella por el triángulo verde. La cacería es fructífera y salgo henchido de satisfacción con Historias de Filadelfia, Melodías de Broadway y Narciso negro en la buchaca.
Se extiende ante mis pechos un fin de semana de frío, cine y familia. El obrero del blog cruza el océano para secarse la espalda en esta España tiesa de tanto tonto que vive a costa de su santo nombre.
Hablaremos sin electrónica por el medio. Espero que no se haya olvidado de que aquí llevamos boina.
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