16 abril 2007

Seis Sentidos

Dedicamos el domingo a estimular los sentidos. Con buenos amigos y mejores cámaras de fotos afrontamos una epopeya plagada de toboganes, tubos, balancines, tirolinas, gentío y polvo, mucho polvo. La preparación del viaje requiere un arroz a banda y otro cuyo nombre me hurta la memoria. El heredero, lechazo. La primavera se disfraza de verano y el sol facilita servicio de escolta castigándonos por olvidar que hubo días sin jersey ni bufanda. El hampa se queda sin h y se convierte en una reunión de padres y madres que vienen de lejos en autobús. Nosotros no. En el coche gris seguimos un río que algunos citan en femenino. Camino del parque los ojos acopian nostalgia. Allí llegados, repito de nuevo, toboganes, tubos, balancines, tirolinas, gentío y polvo, mucho polvo. En una tierra sobrada de tierra los parques se quedan cortos en cuanto luce el sol. Sólo hay medio metro cuadrado de hierba y las máquinas de cocacolas facturan a euro el golpe. La chiquillería pide más y nosotros le ofrecemos menos. Fort Apache anuncia el toque de queda.
De vuelta a casa me encuentro con el niño de los pantalones amarillos. Está radiante: ya tiene heredero.