Melancolía
Los días se amontonan en la mesa. Llegan en sobres, en la tarjeta de memoria de la cámara e incluso en una llamada de teléfono. Hay días pasados y días por venir. Toda una maraña de planes y recuerdos. Como los muebles en un antiguo palacio, algunos persisten bajo las sábanas que los protegen del deterioro, esperando que alguien irrumpa, abra las ventanas y los descubra en todo su esplendor. Como aquella fotografía, el olor en la escalera, este estribillo en la radio. Los detonadores de la nostalgia se activan con energías tan ínfimas como sutiles, pero con capacidad devastadora para la estabilidad de nuestra melancolía, la fatiga por lo que nunca tuvimos o simplemente perdimos.
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