Homo drulus
Es el hermano pequeño de mi abuela, médico humanista enamorado de las máquinas y de Peral, abuelo de seis nietas y padre de seis fresnos. Aunque hace años que no fuma, nunca dejó de fumar, mis recuerdos están rodeados de la bruma del cigarrillo, de su pitillera de plata, de las sobremesas épicas, de su ironía acerada, de las anécdotas de una España ya irrepetible, de sus Citröen y de su bonhomía intachable.
Hoy le toca ponerse al teléfono, atendiendo tristón y melancólico las llamadas que se repiten cada año como un ritual de familia tan mágico como inexplicable. De niños sus cumpleaños eran el preludio festivo de la llegada de los Reyes, último mojón de las Navidades antes del regreso a León.
De la mano de Flori, Sofia Loren del barrio de Salamanca, castiza y buena como ninguna, tía de todos, asisten infatigables a nietas, hijos, hermanos, sobrinos, dejando un halo caliente de hogar y prisa que nos hace sentirnos en casa cuando estamos con ellos.
Felices setenta y ocho.
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