21 noviembre 2012

De viaje




En estos días de párpados de plomo y aguas tenebrosas recorro la ciudad buscando lo que probablemente no exista. No importa, o no me importa demasiado. Es posible que la vida no sea más que el viaje, el recorrido hasta confirmar el fracaso o su contrario. Llegar puede parecer el objetivo, quizás no sea otra cosa que la excusa, la palanca, la chispa.
Por eso me gusta correr. Lo hago en círculos, y el destino es el origen. La gracia está en el tiempo que transcurre entre uno y otro.
Leí, o escuché una vez que el único mito estable y común a todas las antropologías es el viaje del héroe. No soy tal ni lo pretendo. Ethan Edwards viajó desde el odio hasta la desilusión. Jeremiah Johnson recorrió los inviernos y el capitán Arseniev cartografió su singladura por el corazón de oro de Dersú
No tengo más destino que mi camino sin ladrillos de oro y, día tras día, quemo etapas de mi viaje sin recompensa.
Vivir es correr.
Correr es viajar. 
Viajar y llegar. 
Llegar y morir.

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