10 noviembre 2012

De noche




Conduzco entre el vapor y mientras escucho la música de mi funeral. La noche es una exposición de luces amarillas suspendidas en la neblina y el coche gris una triste canoa metalizada e intermitente. Recorro la cuadrícula mil veces asfaltada y busco entre las sombras un suspiro de tierra fértil. Pienso en la mujer de Barakaldo y su arrebato. Miro mis manos que parlotean sobre el volante. Me pregunto dónde están los almacenes del coraje. Del coraje para quitarse del medio o para no hacerlo. Supongo que estarán muy cerca de la guarida de la soledad, entre los anaqueles de la tristeza y los de las visiones del futuro.
Regreso con el coche lleno de niños, ajenos a estos vertederos. Charlan y ríen con la seguridad indubitada de que mañana saldrá el sol. Al menos, para ellos.