30 octubre 2012

Lluvia



Visité una fábrica que me apabulló por su complejidad, por su lejanía, por los nombres. Reconocí su olor y recordé el camino al completo. El que sale de la miseria y lleva hasta la nada.
Y el día siguió. 
Llueve sin parar. 
Ayer, esta mañana, hace un rato, después de no comer, leí palabras que llegaron desde los aledaños de un huracán. Respiré y respiramos.
Escuché el viento que asusta ventanas y pensé en el ciclista chino que se la juega por nada. 
Hay muchas maneras de resistir un huracán. 
Una de ellas es abrazado a una perra negra llamada Princess, envuelto en más abrazos, aterrorizado o no. Seguro y a la vez muerto de miedo. Viendo pasar el día, y su noche, en la mecha de una vela que se consume mientras las lámparas no se rinden. 
Acorazados de libros, de tabaco, de esto y de lo otro. 
Escondidos en un abrazo. 
Esperando que cese la lluvia.

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