15 octubre 2012

Casas



Escucho a Sigur Rós obsesivamente, como casi todo en mis últimos días. La música, tan sugerente, esta vez como tantas, sugiere lugares para estar y tratar de ser. 
Veo una playa de arena negra, rocas limpias; una casa de madera pintada de rojo y el tejado a dos aguas que por fin entendí. El escenario tiene montañas nevadas y el cielo de John Ford o incluso un cuadro de Rothko
Veo una casa de madera clara, envejecida y hermosa, de ventanales haciendo de paredes, una playa de arena de caolín, olas rizosas; hace calor y al fondo el cielo es azul, muy azul, todo azul.
Veo otra casa entre las dunas. Tiene una ventana de marcos blancos, como el paño que rasga. Hay una mujer sentada en una mecedora. Sonríe apenas. Mira al mar, parece relajada. El pelo, suelo, cae sobre sus hombros como si fuera piel de visón, brillante y hermoso. Los ojos, sus ojos, son la paz del color de la miel.
Yo también miro al mar. Veo las tres casas y ninguna. Siento el calor aunque estoy rodeado de frío. Ahora sé qué casa quiero. 
Estoy vivo.