Un jueves de julio
Es decir, un festival de jotas.
La Bandeja de Entrada me sirve un mensaje de Mª E., confortable y estimulante: parece ser que saltó la espoleta de los recuerdos. Los lazos de ahora se anudaron entonces. Los de mañana, los anudaremos ahora.
Por otro lado, la operación Warner está lanzada, la Tivoli DAB a punto de culminar, y el festival de los seis a la vuelta de la esquina. Así la mañana del jueves, aunque esperanzada, es extraña y se incomoda con el anuncio de una amenaza de viento africano que tostará sin clemencia los días futuros. En un nevero que dicen reservado nos servimos un menú de prospecciones políticas, anécdotas de la censura y clases de geografía económica. El espaldar se nos queda tieso aunque prefiero esto a lo que vendrá a continuación: el coche me recibe como si yo fuera la masa de un pan sin levadura, pero no me levanto, sólo me cuezo, y por tanto retorno al tajo como un bizcocho encerado e incomestible.
La Bandeja de Entrada me sirve un mensaje de Mª E., confortable y estimulante: parece ser que saltó la espoleta de los recuerdos. Los lazos de ahora se anudaron entonces. Los de mañana, los anudaremos ahora.
Por otro lado, la operación Warner está lanzada, la Tivoli DAB a punto de culminar, y el festival de los seis a la vuelta de la esquina. Así la mañana del jueves, aunque esperanzada, es extraña y se incomoda con el anuncio de una amenaza de viento africano que tostará sin clemencia los días futuros. En un nevero que dicen reservado nos servimos un menú de prospecciones políticas, anécdotas de la censura y clases de geografía económica. El espaldar se nos queda tieso aunque prefiero esto a lo que vendrá a continuación: el coche me recibe como si yo fuera la masa de un pan sin levadura, pero no me levanto, sólo me cuezo, y por tanto retorno al tajo como un bizcocho encerado e incomestible.
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