24 junio 2007

Ojos y orejas

Caminante son tus huellas
El camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Antonio Machado


El camino empezó hace quince años, cuando comenzamos a abandonar la hura del paseo del Cauce con destino a nuestras propias vidas. Los días y las horas nos llevaron a los hijos, a Barcelona, a Managua, al pozo Cablero, al funeral del padre, al éxito profesional, a la auditoría sin firma, a la memoria de tantos momentos sufridos juntos.
Los mojones que acompañan este sendero son sacramentales: bodas, bautizos, comuniones. Ahora le tocó turno a nuestro Jean Reno de cabecera, un muchacho alto amigo de otros muchachos altos, lo cual no es óbice para que comparta vida y costumbres con chicos bajos, incluso calvos y gordos.


La escarcha de los años pasados adorna nuestras sienes y nos da un cierto aire senatorial justo antes de que comencemos a colocarnos las servilletas en la cabeza, modelo cuatro nudos, modelo Carmen Miranda e incluso modelo Frascuelo.
Gracias a José Luis Maroto nuestras hambres legendarias, bien azuzadas por los gin tonics y unos falsos novecientos metros, son sometidas bajo toneladas de rabas, canapés, cubos de foie, croquetitas y otras viandas. Durante estos hechos, nuestros ojos y orejas pasan a la Historia, y un camarero de imposibles gafas de montura roja deja escapar una sonrisa cuando le recuerdan una infancia sufrida a la sombra de otras gafas, esta vez de patillas de pasta negra. Sánchez Bolín pierde los alvéolos pulmonares entre la risa y el resto de la cuadrilla mantiene el gesto mientras los aperitivos son ensartados en los palillos, incluso en las espaditas de plástico, como si fueran piezas ganadas en un imaginario juego de damas.
El resto es conocido, y sólo nuestro. Pies magullados por los tacones, corbatas empapadas tras la conquista de pista de baile, seminarios sobre gestión de averías y garantías de cliente, pantalones en los tobillos y risa, muchísima risa.


El sábado nació con sol, como el futuro que deseamos, con ese niño/niño que vendrá tras las nauseas de la mujer morena.


La hura del paseo del Cauce, un lugar mítico marcado para siempre bajo la señal de Salida; nuestros oídos y orejas, notarios infalibles para no olvidar lo que tenemos, nuestra amistad.