10 febrero 2007

Niños

¿Cómo pude vivir treinta y un años sin ellos?
Los días y las noches pasan en una caravana interminable de risas, comidas y cenas, riñas, deberes, baños y carreras por el pasillo. También el Gigante de Hierro y los cocineros, ahora el fútbol, en verano la piscina, Déjame y Bright side of the road, versión Danza Invisible.
Y su ternura, su sagacidad y su estilo.
El heredero, cuando me voy a castigar a las bolas de padel, me despide con sus ojos francos: Papá, que ganes y que no te lesiones.
La nena, observadora, sensible y fina como nadie, contempla mi frente sudorosa cuando jugamos al fútbol y me dice: Papá, estás reluciente.
¿Algún poeta podrá mejorar esto?