20 septiembre 2006

Andando

Con el día en la espalda y Zuma en los oídos desciendo por la colina. El Auditorio despliega sus alas y una ciudad nueva se yergue entre un marasmo de grúas. Pienso en Gregory House y sus fingidos o reales dolores en la pierna mientas un imbécil se salta un semáforo que lo saluda en rojo.
Nos quieren robar la ciudad los que creen que ya es suya, y la verdad es que nos importa un pimiento. Nosotros vivimos en una ciudad que está distribuida por muchas ciudades, trazando un arco que va desde los gemelos preciosos que patalean en YouTube hasta el ordenador aporreado en el Upper West Side. En esa línea perfecta viven dos niños que se desparraman en un pasillo de paredes de cristal, una madre atónita que acaricia un gato y una abuela majestuosa que cocina fabadas.
El sol me empuja por la espalda y pinta un surco de sudor en el espinazo. Ayer me cortó el pelo un hombre que hablaba como Diego Alatriste y mi reloj marca la hora señalando Novi. Sacamos la cabeza fuera del pesebre, hay más aire y es más puro.