15 julio 2006

Allí

La naturaleza es feraz y tapiza con árboles el espacio libre entre caseríos, talleres y fábricas. El País Vasco se blinda con tecnología y orgullo empapelando los caminos con un lenguaje ininteligible. Se come bien y se bebe mejor, y el visitante mesetario transita con repelús entre los itinerarios identificados con cada asesinato.
Somos injustos cuando aproximamos al todo por sus partes, pero es inevitable atemperar el gesto ante la muchachada de nucas pobladas y pendientes por doquier.
A pesar de todo, un sosias de Kurt Rusell nos recibe solícito y nos atiende dispuesto. El amanecer desde el hotel de Londres y de Inglaterra se desparrama sobre la playa de la Concha y Sánchez Bolín se pregunta melancólico si la paz era esto.