16 abril 2006

Domingo

Un día para Fort Apache. Hay que prepararlo para la obra, la que sacamos cabalgando en el empeño de la madre tenaz. En la habitación del heredero un alarde deja la persiana escondida en la caja, temerosa de la luz. Pacientemente, luchando contra los kilos en el equilibrio de la escalera, salen nueve tornillos. La convencemos poco a poco, debes velar por el sueño del heredero, protegerlo de la amanecida violenta de los despertares escolares, ocultando a la farola las vueltas y revueltas en la cama.
El dermografismo impío me chamusca las palmas de las manos. Entre tanto, otras manos, más pequeñas, más suaves, dan forma a las galletas de la ilusión. Gritan impacientes, descontando los minutos, amagando llantinas falsas, esperando el resultado del horno.
Oigo chillar, ya están hechas.