Explosiones
Recorrí los caminos de la muerte y de la vida para encontrarnos de nuevo. Vi las fotos, noté el calor, me recogí en un sillón, sentí tu presencia tanto como tu ausencia, hombre de Peral.
Sé que sobreviviré porque no importa lo dura que sea la ciudad que siempre habrá cuatro brazos dispuestos a estrecharme, qué más dónde, sea Manhattan o Boadilla.
Salir de casa para llegar a casa. La familia y sus techumbres. Me dijeron que el hombre de Peral me envió a saludarlos. Casi ni creo en las ecuaciones diferenciales pero imagino la sonrisa quebrada y los hombros abrigados al vernos salir a las calles: escenario de nuestras nadas, atrio de las carcajadas (ojos de fuego/frentes morenas/corazones de seda), pasarelas de nuestra Historia.
Solamente me faltó su ¡hola, P.!, el preludio del precipicio.
En un coche de anchas caderas busqué tu sonrisa entre los cielos y encontré destellos en las lámparas y en los atardeceres que se abrieron apenas a mi paso.
Corro por las laderas. Llueve y no sé si hace frío. No veo nada. La grisura explotó y lo llena todo.Los árboles rindieron sus hojas y los corazones se esconden en los portales. No sé qué es una racha y no creo en el destino. Mis tótems son Neil Young, una Parker Frontier y tu sonrisa, tesoro inabarcable y escurridizo, recuerda, No retreat, babe, no surrender.
Regreso empapado a Fort Apache. Apenas importa.
Etiquetas: viaje
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