18 julio 2009

Carlota Fainberg (1.999)


Lucía una gran melena rubia, un traje de chaqueta oscuro, ancho en los hombros y muy ceñido a las caderas, unos tacones que la hacían parecer más alta, "aunque sin la menor necesidad", unos ojos rasgados, verdes, felinos (el adjetivo es suyo), espléndidamente maquillados, que se fijaron enseguida en él al mismo tiempo que su boca grande y carnal le sonreía sin censura ninguna, la típica sonrisa de la mujer porteña.

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