01 diciembre 2007

Uno de diciembre

Doce años. Recibí una llamada mientras graficaba fracciones respirables y porcentajes de sílice cristalina. Cristalina era la barrera tras la que me despedí de ti. Después, durante horas, me oculté aterido en una canción de Van Morrison.
El otoño exangüe me pone una alfombra de hojas de arce y un algodón de gotas heladas mientras camino al encuentro de tus hijas. Veo la boda que no celebraste, los biznietos que no acunaste, la casa que no visitaste. Conseguí que mis hijos te conocieran sin verte. Serás para ellos, como para todos nosotros, una leyenda y un noray al que agarrarnos cuando la galerna sople grosera y dura, como todas las semanas macizas.
Ahora que completamos el inventario de tus ausencias, haré un viaje para estar contigo donde no estás, para no contarte lo que no puedes oír. La semana que viene, quizá.
Te echo de menos.