30 noviembre 2007

Despertares

Suena la radio. Es la hora. Me vuelvo en la bruma de la miopía y veo un ángel. Se acomodó en la madrugada con pies de hielo y un leopardo bajo el brazo. Ahora duerme con los ojos en paz, la piel es un prodigio y su pelo un áurea fresca y saludable. Cojo su pequeña mano que instintivamente se cierra. Le robo minutos al tiempo y me acuerdo de Stendhal. No hubo más perfección en unos párpados, más equilibrio en la nariz, más serenidad en el dibujo de la boca.
Quién no dormiría con la promesa de un despertar así.