Azulejos
Charlo con el hombre de Peral mientras arregla tirantes, que a veces llegan desde Rhode Island.
Bajo una luz amarilla nos preguntamos el color de las gomas y revisamos las presillas casi siempre insuficientes. El jueves estuve con ambos mientras, bajo sus cabelleras blancas, se asombraban de la lucidez de su hermana, versión femenina de sus inteligencias y saberes, un chisporroteo tenaz a través de los años, los avatares y la vida, ése palo de gallinero. Hubo un hueco para hablar del cine que nos gusta y el que nos cansa, para mirar con el rabillo del ojo a los estragos del tiempo, para sentir el cariño que exhalan por los niños, en este caso, los míos.
Viajamos buscando nieve pero encontramos el mismo calor de siempre, el de las calefacciones generosas y las chaquetas con coderas. Salgo de casa y llego a casa. Ya lo dije más veces. Fort Apache, Innisfree, Harlem, Pola de Lena, la casita de azulejos verdes que fueron azules. Hogar.
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