I'll sleep when I'm dead
La mañana es para el recuerdo de Warren Zevon y su despedida cristalina y brutal. Ayer cacé en un zapping una secuencia de Boston Legal en la que intuyo que el personaje de Michael J. Fox padece cáncer. El animador musical pone de fondo Keep me in your heart. Una patada en el estómago. Warren hurtó las visitas al médico durante veinte años y acabó estrellándose contra una sentencia a tres meses vista. Con el plazo a la espalda dejó un disco tremendo, The wind, grabado con la urgencia de la partida. Consiguió nueve meses de prorroga. Azuzó a sus músicos, a sus amigos (Bruce Springsteen, Don Henley, Jackson Browne, Billy Bob Thornton, Emmylou Harris, Tom Petty y otros), bromeó con David Letterman, escaló cuanto pudo por las listas y dejó la simiente de la que brotarían dos Grammys. I’ll sleep when I´m dead / Dormiré cuando muera. Así sea.
Me siento a comer al lado de Caperucita roja mientras Shreck me lanza rayos azules desde la visera de la gorra. Ante un sándwich imponente rodeado de patatas fritas veo a Julio a mi lado zampándose una hamburguesa en Utopia. Ahora que vive con la alegría vestida con camisa africana recuerdo los días del calor en Nueva York, la orfebrería en dólares y Mary Gauthier cantándonos entre viajes de Lagavulin. Seis mil kilómetros se pulverizan en mi corazón. No son nada. No son distancia ni espacio ni lejanía ni frontera. Salgo de casa, recorro seis mil kilómetros por encima de los icebergs y llego a casa. Fort Apache. Harlem. Qué importa. Estoy en casa.
Vencida la soledad y encontrada la chispa me subo al coche para que Dylan me narre en exclusiva la verdad sobre Hurricane Carter. El violín canta furioso That's the story of the Hurricane / Esa es la historia del Huracán But it won't be over till they clear his name / Pero no terminará hasta que limpien su nombre, y entonces caigo en la cuenta de que siempre habrá un bardo valiente y limpio que contará la verdad.
Me siento a comer al lado de Caperucita roja mientras Shreck me lanza rayos azules desde la visera de la gorra. Ante un sándwich imponente rodeado de patatas fritas veo a Julio a mi lado zampándose una hamburguesa en Utopia. Ahora que vive con la alegría vestida con camisa africana recuerdo los días del calor en Nueva York, la orfebrería en dólares y Mary Gauthier cantándonos entre viajes de Lagavulin. Seis mil kilómetros se pulverizan en mi corazón. No son nada. No son distancia ni espacio ni lejanía ni frontera. Salgo de casa, recorro seis mil kilómetros por encima de los icebergs y llego a casa. Fort Apache. Harlem. Qué importa. Estoy en casa.
Vencida la soledad y encontrada la chispa me subo al coche para que Dylan me narre en exclusiva la verdad sobre Hurricane Carter. El violín canta furioso That's the story of the Hurricane / Esa es la historia del Huracán But it won't be over till they clear his name / Pero no terminará hasta que limpien su nombre, y entonces caigo en la cuenta de que siempre habrá un bardo valiente y limpio que contará la verdad.
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