Magia
El domingo hubo magia en casa. Una muchacha sonriente de pelo oscuro y rizoso cogió unos panecillos con semillas de amapola y les quitó la miga respetando su función depositaria. Los panes recogieron nata líquida, lascas de Tuber melanosporum (forma pedantorra de nombrar a la trufa negra), una yema de huevo y claras montadas a punto de nieve trabajando como tapa. Un paseo breve e intenso por el aceite caliente y vamos directos a por el desenlace. La yema, puede que melosa, nos entrega los aromas de la trufa cuando mordemos el panecillo crujiente.
Es la señal para que el festival mágico continúe con tostadas de pan con aceite virgen extra y más trufa, gambas al ajillo, centolla rebosante de vida y coral, unos fenomenales callos de la suegra y como truco final una inconmensurable merluza que descansa en una cama de patatas y cebolla, ligeramente perfumada con pimienta negra recién molida, sal y unas gotas de aceite. El postre es una macedonia de frutas y un recuerdo de un festejo anterior. Quinta Apolonia y Quinta Quietud serán los testigos, Lagavulin pondrá una firma fragante y seria y el capitán Blood nos acunará en la sobremesa total. Queda para el atardecer un paseo ventilado por un viento inclemente que trae desde otras tierras una excusa para el chocolate con churros.
Así es la magia, así fue el domingo.
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