30 marzo 2007

La búsqueda

En pos de Al-Andalus trazando una curva desde la Alhama de Aragón hasta la de Granada. El Ebro saca pecho en Zaragoza después de acongojar al personal en Miranda de Ebro. El cielo se desploma y en la gasolinera me despachan una mirada azul importada desde una estepa lejana. Los pueblos son personajes de Pérez-Reverte aunque viajamos dentro de Massey Hall, viendo brotar Heart of Gold entre la súplica de Man needs a maid.
En Ciempozuelos las bachilleres chisporrotean despreocupadas mientras un borrachín de leyenda nos sorprende estrellados contra una mujer inmensa. La carretera no reniega su condición de despeñadero de perros y así llegamos a una ciudad extraña, con luz de verdad y motoristas sin casco y con aretes de oro. Después de lo nuestro, un traslado nos sorprende en plena calle, entre los titulares de bronce y los cascos recién bruñidos. Descubro un mar ribeteado con arena grisácea y paseantes urgentes. Hay un viejo esplendor y una pujanza sucia que me sorprende y estimula. Nos acomodamos entre una foto de Chiquito de la Calzada y Olvido Gara y después seguimos buscando la huella de Al-Andalus. Nos topamos con ella en un paso de peatones, enmarcada en un chador de color blanco. Ojos almendrados color miel, pestañas de visón, mirada fiera. Esto es un cruce de caminos y no encontramos senda de retorno para nuestro alma.
Saludo al castillo de Santa Catalina y un cartel en la carretera me recuerda quien soy yo. Apuntamos al norte mientras recuento los días que quedan para contarte esto, allí, en tu atalaya de piedra gris.

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