12 enero 2007

Fotos

De vez en cuando enviamos fotografías a revelar. La tecnología permite hacerlo sin salir de casa. Al cabo de un par de días llegan en un sobre blanco. Este último y voluminoso envío incluye fotografías del año dos mil cinco. Las revisé hace un rato y los días pasados se plantaron sobre la cama, con el viento del mar y el calor del verano. Y claro, la torrentera de recuerdos. El tacto del papel es más estimulante que la pantalla del ordenador. Las fotos brillan y espejean en mis manos. Hay carruseles, cumpleaños, playas, el mar, toboganes, tartas, dientes de leche y encías al aire. Asoman unos rostros perfectos, con fantásticas sonrisas y muecas ingenuas.
Me pasmo contemplando a los niños en el espigón de Camelle, mirando al futuro, dando la espalda a su padre, que algún día será, también para ellos, un recuerdo.