Seis de agosto
Hace calor y sopla la brisa. La humedad es poderosa mientras paseamos entre hormigón y prado. Ayudo en unas fotos familiares que seguro esconden toneladas de de secretos. Las gaviotas siguen ladrando y un barco blanco, esbeltísimo, reposa junto a otro de casco amarillo. Los jóvenes no le tienen miedo a casi nada y se arrojan al agua del puerto sin reparar en el futuro, que no existe hasta que se abalanza.
Acaricio un perro que piensa que mis manos sanan y me pregunto qué fue de aquel yo. Seguramente se quedó atrapado en un ovillo de sueños e insomnios.
Como tantos otros de mis yo.
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