27 marzo 2013

Treinta y siete


J., el entusiasmo bajo un tupé rizoso, cumple años.
No sé si a él le parecerán muchos, a mi me parecen poquísimos.
Porque cada año de J. es gloria bendita, o gloria satánica, o gloria pagana, o simplemente gloria gloriosa.

Quiero que cumpla muchos más, 
que me escriba muchos mensajes, 
que hable conmigo muchas horas, 
que me grite, me riña y me abrace, 
que grite a F., lo riña y que lo abrace, 
que nos acaricie a todos con su trato de seda,
que se suba a los taxis como sólo él sabe hacerlo, 
que pida two shots & two beers en aquellos bares, 
que me salve más veces, 
que coma conmigo, 
que beba conmigo ni lo pido, 
que fume a mi lado, 
que deje de fumar,
que me envíe música y letras, 
que lo entreviste Avelino Pistarino
que se ría y que cante y que toque la armónica, 
que venga a verme de la mano de la dulce profesora con botas, 
que me reciba cuando vaya a verlo, 
que no ceje en sus WoodyAllens
que se vista de negro, 
que no se quite las botas, 
que luzca la camiseta de España por los neveros de Manhattan, 
que vuelva y que nunca se vaya.

J., primo, hermano, amigo.

Cabrón, cumple muchos más, por favor