Veintiocho
Aparco el coche azul bajo unos árboles. Esquivo mierdas de pájaro y cortinones de mi memoria. Camino por calles antiguas sin ecos de ningún pasado y ni siquiera de este presente. La luz del sol se asoma y esconde jugando conmigo. Eso, jugando. Un plaza sin apenas árboles y más iglesias. Asusta esta ciudad gris que fué y es con tanto paredón, tanta iglesia, tanto de todo y nada de nada.
Entro en la calle que dicen deslumbraba en el siglo dieciséis. Me pregunto a quiénes. Sería por la plata. Dónde estará la plata de mi río/sólo barro y olitas de minué. Me pregunto a quiénes deslumbraría hoy, que no hay plata.
Vibra el teléfono. Voy a deslumbrarme.
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