Ciudad de huesos (2.002)
Cuando iba a entregar una orden judicial, Jerry Edgar tenía una forma de llamar a la puerta que asustaba (...). Fue un golpe de revés, pero fue capaz de disparar los pistones de su máquina muscular con tanta rapidez que sonó como el staccato de una ametralladora. Sonó como el día del Juicio.
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